LA DORREGO

El caudillo amigo de Namuncurá y Alem

La poco conocida historia de Fermín Muñoz, un protagonista de aventuras revolucionarias durante el siglo XIX, en los años en que la Argentina se estaba construyendo. Su historia ligada a El Perdido.

Nota escrita por Claudio R. Negrete* en Perfil

Los aniversarios son siempre motivo para recordatorios, pero también para conocer historias que suelen quedar en el olvido por el paso el tiempo. Una de ellas es la de Fermín Muñoz un personaje clave en los tiempos de consolidación del país luego de Caseros, específicamente en la Provincia de Buenos Aires, y protagonista de aventuras revolucionarias en tiempos fundacionales.

El 3 abril se cumplieron 120 años de su fallecimiento ocurrido un domingo de Pascua de 1904. Cuentan las crónicas de la época que en sus exequias realizadas en Bahía Blanca más de ochenta carruajes pasaron por el frente de la iglesia principal acompañando el dolor del pueblo. “Las simpatías de que gozaba el señor Fermín Muñoz en esta ciudad, que mucho debe a su esfuerzo, perseverante y desinteresado, por las bellas prendas de carácter que lo adornaban, se han exteriorizado con motivo del acto de su sepelio, que tuvo lugar ayer a la tarde. Cuando el cortejo fúnebre se puso en marcha, los carruajes, todos los de la plaza y muchos particulares, resultaron insuficientes para dar cabida a los que deseaban acompañar hasta la necrópolis los despojos del que fue buen patriota, infatigable obrero del progreso y excelente amigo”, publicó el diario La Nueva Provincia el 6 de abril.

Nacido en Buenos Aires el 7 de julio de 1839, Fermín tenía una importante formación educativa para la época. Había estudiado en el Colegio de Belisario Montero adquiriendo una sólida formación que lo llevó a ser un lector apasionados y un estudioso permanente en busca de soluciones a los problemas del país. Era descendiente de un personaje real y novelesco, el coronel Pablo Muñoz, quien en agosto de 1826 rechazó en forma heroica, y con muy pocos hombres armados (fue herido en una pierna), un intento de desembarco en la costa de Magdalena de tropas del imperio brasileño en el contexto de la guerra con las Provincias Unidas del Río de la Plata, conflicto bélico que le costó la presidencia a Bernardino Rivadavia, reemplazado luego por Vicente López.

A la caída de Juan Manuel de Rosas, la familia Muñoz con el joven Fermín se trasladó a las costas del arroyo El Moro (hoy partido de Lobería) donde se afincan y más tarde, en 1872, se van más al sur arrendando tierras al Estado para fundar en Coronel Dorrego el establecimiento La Flor del Perdido. Con un poco más de 30 años, Fermín se transforma en un referente obligado de la zona, en aquellos años es tomado prisionero por los indios, pero logra escapar. A pesar de ese mal momento vivido con el tiempo construyó una relación pacífica y amistosa con las comunidades indígenas de las que aprendió su idioma siendo muchas veces su interlocutor en momentos de enfrentamiento o negociaciones con las fuerzas nacionales. Los caciques Namuncurá y Raninqueo le profesaron su amistad a tal punto que este último le confió el cuidado de su tribu de más de 300 almas cuando cayó prisionero del Ejército. Una noche una mujer india con su hijo en brazos fue hasta la puerta de su casa a pedir ayuda. Su bebé estaba enfermo, tenía fiebre, la situación empeoraba a medida en que pasaban las horas. Entonces, Fermín los alojó y le dio atención por varios días hasta que el niño y su madre pudieron volver a la tienda. Se llamaba Ceferino y quizás por ese hecho del destino es que años después, Fermín lo acompañó a Buenos Aires para que pudiera comenzar sus estudios.

Por sus conocimientos del lugar y sus vínculos con los pobladores originarios, el gobierno nacional lo nombró coronel de Guardias Nacionales y Juez de Paz. Así, La Flor del Perdido quedó como referencia obligada, la parada de las mensajerías de la época las que conducían no solo pasajeros y carga sino también la correspondencia del Correo Nacional.

El 23 de octubre de 1882 el gobernador Dardo Rocha lo designó junto a los vecinos Juan Carrera y Emilio Pérez para que estudiaran el terreno más apropiado para fundar el pueblo Tres Arroyos, hecho que ocurrió dos años después. Pero Fermín Muñoz tenía un espíritu aventurero y siguió su camino hacia el despoblado y misterioso sur. Así llegó Bahía Blanca donde desarrolló su principal actividad política y pública acompañando los cambios que se iban produciendo a nivel nacional. Fue amigo de Adolfo Alsina, lo convocó por carta para que apoyara la candidatura a presidente de la Nación de Nicolás Avellanera; y de Leandro N. Alem quien no pudo convencerlo de trasladarse a Buenos Aires para ser senador nacional. Prefirió la trinchera de la lucha local. No extrañó, entonces, que fundara la Unión Cívica Radical de Bahía Blanca en 1891 siendo su primer presidente y reelecto en varias oportunidades.

El 30 de julio de 1893 acompañó la revolución encabezada por Hipólito Yrigoyen y se puso al frente de la rebelión en Bahía. Fue un sábado. En esa noche conspirativa convocó a las principales figuras del pueblo y a las autoridades municipales a un baile de gala que había organizado en el Club del Progreso, frente a la plaza Rivadavia, del que había sido su fundador. A la hora señalada, vestido de frac y galera, interrumpió la fiesta y anunció el comienzo de la revolución dejando a todos encerrados en el lugar. Se fue hasta la estación Noroeste a recibir al teniente Enrique Valle quien con fuerzas a su mando se incorporaba a la asonada. Mientras los revolucionarios marchaban desde la estación al centro del pueblo para ir a ocupar la Municipalidad y el cuartel de la policía, dispuso que durante todo el trayecto se hiciera sonar el clarín como un aviso a los adversarios para que no fueran tomados desprevenidos. Fueron siete horas de intenso tiroteo, sin tregua, hasta las primeras horas de la mañana cuando Fermín pudo tomar finalmente el edificio municipal. En un momento salió del lugar para reunirse con la tropa que había tomado el cuartel policial cuando el grupo contrarrevolucionarios les hacen disparos de Remington y los proyectiles impactan apenas arriba de su cabeza. Entonces, se quitó la galera para desempolvar la cal que cayó sobre ella, miró a sus adversarios, los saludos gentilmente agitándola y siguió su camino como si nada hubiera pasado. Su gesto inesperado desorientó a sus atacantes provocando que dejaran de disparar.

La revolución triunfó en Bahía Blanca pero fracasó en la provincia y a nivel nacional. Fue detenido y llevado a La Plata. Durante el tiempo que duró la revolución fundó el diario El Deber, donde se produce un hecho que representó luego un antes y un después en la historia bahiense. Recomendado por el líder radical mendocino José Lencinas el joven maestro Enrique Julio viaja de esa provincia y contacta a Fermín quien le da trabajo en el diario haciendo así su primera experiencia periodísticas; y cinco años después fundaría con su apoyo el diario La Nueva Provincia, que funcionó en propiedad suya durante treinta años.

Liberado por la rebelión que encabezó canalizó después su lucha política por la vía institucional. En 1895 Bahía Blanca es declarada ciudad por ley y le toca presidir ese año el Concejo Deliberante, cargo que repitió los años siguientes. En 1896 el pueblo le obsequia en agradecimiento a su compromiso social un escudo argentino en bajo relieve bordado en hilos de plata y oro que hoy es custodiado por el museo de la ciudad. Su última actuación pública fue como comisionado municipal en Villarino, a 79 kilómetros al sur de Bahía, comuna que organiza y lleva el asiento de las autoridades que estaban en Médanos. Cumpliendo esa función enferma y llega su fin con 65 años.

Persona culta, amante de los libros y de la música, aventurero de alma. Su casa fue siempre refugio de intelectuales y de todos aquellos que querían hacer un país importante. Y jugó todo persiguiendo ese ideal.

*Periodista. Bisnieto de Fermín Muñoz y su biógrafo. (01-06-24).

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