Román, el hijo de la María, contra el poder real
Riquelme, el villero de Don Torcuato, se transformó en el ídolo más grande de Boca. En la dicotomía de las elecciones se enfrenta a mucho más que Mauricio Macri, quien desde la FIFA le regaló entradas a la “familia judicial” durante el Mundial de Catar 2022.
Nota escrita por Roberto Parrottino en Cenital
Ana María -la María- le dijo a Román que si firmaba con River, que le prometía el doble de dinero que Boca, no volvía a entrar a la casa de chapa de la villa San Jorge en Don Torcuato. A su casa. “Acá somos todos de Boca”. Román había hecho solo la escuela primaria. Jugaba en las inferiores de Argentinos Juniors. Eludía las clases de catecismo a las que lo mandaba la María para irse a jugar a la pelota -partidos de siete contra siete, con su equipo de amigos- y para tomarse después una Coca con Chipi y Pirolo. Los pibes de las inferiores de Argentinos Juniors, casi una obligación, debían jugar al baby en el club Parque. Pero Román no había aceptado dejar La Carpita, su club de Villa Libertad. Por la María, que había sido internada dos veces, Riquelme renunció a la selección después del Mundial de Alemania 2006. La María le cocinó milanesas y le encajó los primeros mates. Lo cuida. Ahora, por ella, su madre, quiere ser el presidente de Boca. “Si vos tenés para comer -le dijo- es gracias al club”. El amor de una madre a un hijo no se puede comparar. O, en el caso de la María y Riquelme, sólo con Boca.
En el origen de Riquelme hubo rebeldías ante el poder del dinero y ante las decisiones ajenas que condicionan la propia vida. Alicia Blanco Villegas, la madre de Mauricio Macri, le decía que no podía ser presidente y le pegaba por mentir. Lo hizo público en 2019. Macri, ahora, quiere volver a manejar Boca con su candidatura a vice y con la de Andrés Ibarra, su exministro de Modernización, su “gerente” de Boca, su exempleado en el Grupo Macri. Quiere, en concreto, quedarse con el club, como un anticipo al asalto de la AFA para instaurar las sociedades anónimas deportivas, un viejo anhelo de Macri, reforzado con el presidente electo Javier Milei. De ahí la suspensión de las elecciones después de que Ibarra-Macri denunciaran supuestas “irregularidades” en el padrón y embistieran con su aparato político, judicial y mediático. Si la jueza Alejandra Abrevaya -hermana del legislador porteño macrista Sergio Abrevaya- determinó la suspensión de las elecciones del domingo en Boca (el oficialismo apeló y pidió que la apartaran por su fallo a medida de la fórmula Ibarra-Macri), la oposición se presentó en Tribunales con el abogado Javier Medín, exinterventor de la AFA durante el macrismo con la “Comisión Normalizadora”. Las encuestas daban como ganador a Riquelme. “Contra él, imposible”, había dicho meses atrás, en la intimidad, Daniel Angelici, distanciado de Macri, siempre operando desde las sombras. ¿Macri dilata y espera la asunción de Milei para que el cambio de mando en la Inspección General de Justicia (IGJ) le dé el brazo para intervenir a Boca?
En medio de vaticinios de oscurantismos, de anuncios de ajustes y de imposiciones por la fuerza, Riquelme, el hijo mayor de la María, apareció como una resistencia, no sólo para los hinchas de Boca. Y no sólo para los hinchas de otros clubes que lo admiran (son muchos, incluso de River). Riquelme, líder político-futbolístico, con Boca en el centro de la batalla cultural, en un contexto de liderazgos populares corroídos. En la conferencia de prensa del martes, dijo que “estos tres personajes quieren que el Club Atlético Boca Juniors sea el primer club privatizado del país, y no nos van a dejar votar nunca más”. Y recalcó: “Amo a mi país”. Macri pergeña el fin de la historia (“se terminó la época de Maradona”). Y la borra, como en el video de campaña de Ibarra, en el que el pase a Martín Palermo en el 2–0 al Real Madrid de la Copa Intercontinental 2000 cae de un plato volador, no del pie derecho de Riquelme. ¿Envalentonado por la toma de ministerios de Milei, Macri, en términos futboleros, no habrá hecho “una de más” con los hinchas y los socios de Boca a partir de la suspensión de las elecciones? El fútbol expone todo aún más. En 2014, Ernesto “Cacho” Riquelme, padre de Román, N° 10 en los torneos relámpagos de San Jorge (su hijo era el 5), me decía.
-Román no era de hablar mucho. Era como ahora: cuando no le gusta algo sí que habla y después no. Hoy habla un poco más porque tiene que hablar un poquito más, pero siempre fue así. Las cosas que sentía que estaban mal las decía. Y Boca es Boca. Ahí es distinto a todo. Después fue a Europa y ahí tuvo que hablar por contrato. Cuando vos decís las cosas que pensás, estén mal o bien, y sea contrario a la gente poderosa, no les gusta. Pasa en todo ámbito. A veces no podés hablar porque si no te meten un voleo en el orto. A veces uno tiene que callarse. Pero él nunca se calló lo que piensa.
El dinero, nos dice Riquelme, no media todas las relaciones humanas. Ibarra-Macri confirmaron en cambio que el financiamiento de la “Bombonera Siglo XXI” implica “el ingreso por los sponsors, principalmente el naming del estadio”. No solo jubilar a la Bombonera, sino, dijo Riquelme, ponerle “Estadio Pirulito”. “La gran dicotomía política y temporal del fútbol en el siglo XXI está representada exactamente en estas elecciones de Boca”, escribió el periodista Santiago Castro, que enfoca desde otro ángulo porque es uruguayo. “Cuando llegué a la presidencia de Boca tuve que cambiar la imagen del club, que se relacionaba con lo sucio y lo oloroso del barrio. Ahora, Boca es fashion”, sostuvo Macri en 2005. Fútbol fashion. En 1989, Macri, entonces un joven empresario, le había pedido la inhibición a Boca por la demora de ocho días en el pago de un préstamo (con intereses) y los derechos de transferencia de Diego Latorre, José Luis Cucciufo y Fabián Carrizo. Fútbol business.
“Si yo gano, ustedes pueden transformar a Boca en el PSG latinoamericano”, les dijo Macri a los jeques de Abu Dabi, Emiratos Árabes Unidos. Son los dueños del Manchester City. En 2019, cuando acabó su “primer tiempo” en la presidencia argentina, se refugió como presidente de la Fundación FIFA, puesto desde el que repartió cerca de 50 entradas a la “familia judicial” durante el Mundial de Catar. En 2012, 11 años atrás, el periodista Pablo Ladaga, despedido de ESPN, le había preguntado a Román: “¿Te gustaría ser presidente de Boca?”. Escuchó de brazos cruzados. Estiró la mano, agarró un vaso con agua, tomó un sorbo, hizo un buche mínimo, tragó, y respondió: “No me van a dejar”. Se rió, pícaro. El martes, en la conferencia de prensa en La Bombonera, Riquelme dijo: “Hoy la María estaba contenta”. Repitió el ritual con el agua, antes de decir, al borde del quiebre emocional: “Siempre dice lo mismo: a la vida venimos por algo. Esto es lo que me tocó. Y lo disfruto mucho. Así que me pidió que no puedo aflojar, y que tengo que ganar las elecciones para que el hincha esté contento”. (02-12-23).