Política

El salmón siempre termina en la pescadería

Carlos Madera Murgui reflexiona sobre la situación política actual en Argentina, centrándose en una reciente nota de Fabián Barda en nuestra página web y el impacto de las redes sociales en la percepción pública. Madera Murgui critica la desinformación que afecta a la sociedad y menciona cómo el presidente Javier Milei utiliza las redes para su beneficio, a pesar de su rechazo hacia el Estado.

Por Carlos Madera Murgui

Después de leer la brillante, altamente profesional e instructiva opinión de Fabián Barda en LA DORREGO sobre lo que sobresale en las últimas horas en el país, llama a la reflexión, cosa poco usual últimamente y en minoría aplastante, sobre aspectos “desinformativos” que sufre nuestra sociedad. Tiempo antes, también escribió sobre el “woke”, tema instalado por el presidente ante la ignorancia casi total del pueblo que gobierna y explicado (según teóricos) de forma muy lúcida y académica por Fabián. Mi carencia ante esa nota solo me lleva a agregar que Luis XVI, hace mucho tiempo, en una reunión de asesores, preguntó e instó a quienes estaban a favor de las medidas para el conjunto, incluida la plebe, a que se sentaran a su izquierda; el resto, defensor de los privilegios de la oligarquía real, lo hiciera a su derecha. Ahí nació la utilización de los términos ideológicos, que inspiró al presidente a decir que va a acabar con todos los zurdos. Fin, como les gusta agregar. Estamos a full, duro y parejo, que mañana será igual, porque anoche ya es viejo. Lo decían los Súper Ratones hace rato ya. Las políticas de Milei (él mismo se dice no político) tienen, según los gurúes del análisis de turno (todos los gobiernos tienen alguno), tres patas fundamentales: cambiaria, impositiva y fiscal, todas económicas. No hace falta más nada para convertirse en el mejor mandatario en la Argentina en los últimos cien años, aunque decida y destruya derechos y también obligaciones, en lo que mal llama batalla cultural. Milei hace mucho más política que la que combate y usa el Estado que repudia, según le convenga.

El efecto que generan las acciones del presidente es comparable a los medios masivos de “descomunicación”, al menos esta ironía, respaldada por lo que siempre se supo; algunos siguen sin creer y otros no comprenden o minimizan dentro del absoluto atolondramiento autoinfligido. Las redes sociales han minado todo atisbo de credibilidad en todos los aspectos (no puede tratar enfermedades quien no es médico). En ese aspecto, y hace casi 20 años, comenzó una exposición personal y pública de toda acción diaria de cualquier ciudadano: de cómo viste, qué come, a quién ama o a quién odia, muchas veces incomprensible desde lo práctico, ya que hasta un delincuente publica sus fechorías. De esta forma, ya con lo propio e íntimo expuesto, aparece como una nimiedad opinar de cualquier tema, como eruditos, denigrando e insultando a quien sea, empezando por el presidente, y teniendo ese ámbito como el que regula la vida del conjunto, asumido a juzgar por la atención y derivaciones o repercusiones, incluso en gentes que han vivido épocas conflictivas, aciagas, pero dentro de parámetros de racionalidad, convivencia y respeto.

Todos saben, por él mismo reconocido, que Javier Milei tuvo en su derrotero a la primera magistratura del país una herramienta muy confiable en las redes, además del controvertido e histórico acompañamiento del Pro y del Radicalismo para llegar donde está. Obviamente, contó merced a esto con la mayoría de los votos en segunda vuelta de la elección. Lo de los últimos días aparece como un tiro en la pata para el libertario, que, lejos de una base política, se rodeó de jóvenes con suma capacidad en lo que considera básico en su diario accionar, que le aconsejan, de la misma forma, por redes o en la ONU; da lo mismo pelearse con un presidente latinoamericano o con alguna cantante de moda, en el mismo tono que habla de la pedofilia, los salarios por encima de la inflación, las jubilaciones, la diversidad sexual o las criptomonedas. Quienes entienden de gobernar o cómo se gestiona esa función (no el vocero, claro) hacen ingentes esfuerzos que terminan en favores económicos para convencer y conseguir bases constitucionales que le permitan formalizar sus delirios.

Volviendo a los medios, todos, redes incluidas, buscan algo con qué indignarse a diario y trabajar casi en cadena temas que interesan “inculcar” a la población; pareciera que lo que esconden o no tiene cabida no fuera material válido para estarlo. La evolución humana nos incita a preocuparnos por la especie y los tiburones nacen nadando, por lo que, tarde o temprano, pese a que las sociedades y las gentes han cambiado, deberá suceder; solo no hay que perder las esperanzas. El salmón, el más conocido en nadar contra la corriente, siempre termina en la pescadería. Metáfora aparte, esto es hoy, pero recién empieza. (21-02-25).

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