En Dorrego, se perderá algo más que el Cine San Martín

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Por Pablo Javier Marcó

El primer recuerdo que tengo del querido Cine San Martín es la desilusión que me generó cuando la compañerita de primaria que me gustaba no se sentó al lado mío. Se me pasó rápido. No bien empezó la película, imaginé que ella y yo éramos los protagonistas de la historia de amor que se consumaba en la pantalla grande. Cuando la peli terminó, empezaron a pasar los títulos y volvió la luz a la hermosa sala, los vi, a ella y al pibito más fachero y popular del salón, dándose un beso en la boca. Fue fugaz, pero me devastó. Había sufrido mi primer desengaño amoroso.

También me acuerdo la sutil, casi imperceptible, manera con que abría los papeles de las golosinas que compraba en el kiosco de la entrada. No quería hacer ruido. Alguien tan pudoroso como yo, no hubiera soportado el reto del acomodador.

Al conocerse la noticia que el San Martín va camino a convertirse en un centro comercial o algo parecido, varias vecinas y vecinos, probablemente, también hayan evocado distintos momentos transcurridos en el cine del pueblo.

Si bien no lograron el noble objetivo, es plausible el intento que las concejalas Ana Balda y Mercedes Gagna hicieran para salvar al Cine San Martín. Tal vez ya era tarde. Ellas asumieron en diciembre pasado sus bancas e hicieron lo que estuvo a su alcance. Pero vale hacernos algunas preguntas: ¿Llegó tarde la política dorreguense al rescate? ¿Hubo, antes de las gestiones de Balda y Gagna, preocupación y ocupación de políticos del oficialismo o de la oposición por el destino del cine? Aquí también cabe un mea culpa como comunicador. El tema recién estuvo en agenda de nuestro medio cuando nos enteramos de los proyectos de las ediles de Unión por la Patria.

…Si bien no lograron el noble objetivo, es plausible el intento que las concejalas Ana Balda y Mercedes Gagna hicieran para salvar al Cine San Martín. Tal vez ya era tarde. Ellas asumieron en diciembre pasado sus bancas e hicieron lo que estuvo a su alcance. Pero vale hacernos algunas preguntas: ¿Llegó tarde la política dorreguense al rescate? ¿Hubo, antes de las gestiones de Balda y Gagna, preocupación y ocupación de políticos del oficialismo u oposición por el destino del cine? Aquí también cabe un mea culpa como comunicador. El tema recién estuvo en agenda de nuestro medio cuando nos enteramos de los proyectos de las ediles de Unión por la Patria…».

Más allá del doloroso desenlace, queda, como consuelo, que cuando trascendieron los proyectos de Balda y Gagna, la gran mayoría de las opiniones que se leyeron en las redes sociales de LA DORREGO celebró la movida. Todas y todos los que se expresaron resaltaron el enorme valor que tiene para este tipo de comunidades conservar un patrimonio histórico y cultural levantado, hace siete décadas, por “vecinos emprendedores que decidieron invertir sus ahorros y obtener legítimos beneficios en el cine que -seguramente- fue uno de los más modernos de la provincia y el país”, tal como recordó Néstor Machiavelli.

Solo encontré, en otros foros, el comentario de un par de vecinos (tal vez haya más) que, para justificar la demolición (literal y/o metafórica) del San Martín adujeron razones presupuestarias, de «lógica» del mercado, de avance tecnológico, de prioridades o del virtuosismo de lo privado por encima de lo estatal. Incluso, uno propuso el descubrimiento de una placa como homenaje. Una especie de certificado de defunción.

“No se trata de gastar fondos públicos, sino intervenir, imaginar, interesar inversionistas con incentivos, poner en valor lo que representa este legado que es patrimonio de la comunidad. Que sirva de modelo la decisión de vecinos que se unen para invertir en proyectos que contribuyen al bien común de la ciudad”, reflexionó Machiavelli.

“La indiferencia es el peor remedio frente a la demolición de un bien cultural”, acotó.

Dorrego ha perdido preciadas cosas en sus 134 años de vida. Esas que no se valúan en dinero. También perderá algo más que un cine. Bajo los escombros, además de las 999 butacas, quedará sepultada una parte de nuestras vidas y de la historia pueblerina.

El museo fotográfico callejero de la ciudad tendrá, en breve, una foto más para su colección. Una pena. (11-08-24).

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