¿Dónde me anoto?
¿Hay médicos?
¿El clínico ya se fue?
La gente entra a la guardia del Hospital Penna (de Bahía Blanca) y pregunta todo. La reciente renuncia de 6 médicos genera desconcierto.
En la mesa de entrada no atiende nadie. Sólo 4 personas esperan en una pequeña sala que tiene 2 bancos, una silla, una mesita y un pequeño cartel en la puerta del fondo que advierte “no pasar”. En el pasillo, 5 personas esperan a que algún familiar termine con los estudios.
Son las 8 de la noche. Hace frío y por momentos llueve. Algún que otro valiente se asoma a la puerta para fumar, mientras un perro callejero se acurruca sobre un cartón sucio e intenta conciliar el sueño.
Cada tanto, un policía pasa para ver si todo está tranquilo. Y termina haciendo de guía de los que entran desorientados, sin saber cómo sacar un turno.
En una hora llegaron 11 pacientes acompañados por familiares: 6 casos son atendidos, 4 derivados a otros centros por falta de especialistas y uno pasa derecho al sector de internación.
—No hay oftalmólogo, no hay clínico desde las 20. Solamente atiende el pediatra, el traumatólogo y un cirujano —le dice un médico a los que van llegando.
Al rato entra una mujer a paso lento y preocupada. Temblaba mucho. Su cuerpo temblaba. Mucho.
—Estoy edematizada (líquido acumulado en la piel). Tengo 6 kilos de más — dice.
Un doctor se asoma y ella pide por un clínico.
—No vamos a poder ayudarla. Se fue a las 20. Pero hágase ver, no se deje estar —le advierte el médico.
La mujer agradece con resignación. Y se va.
Son las 21:12. La guardia del Penna se vacía: no quedan pacientes y los médicos cada vez son menos.
Mientras tanto, a unos 6 kilómetros la realidad es otra.
La guardia del Municipal no da abasto: a la demanda habitual se le suman los pacientes que son derivados del Penna.
Las 19 marcan el comienzo del horario crítico en el sector de emergencias. Los 40 asientos no alcanzan: hay personas paradas dentro y fuera de la sala y chicos correteando por todas partes.
No es el silencio de la noche. Los nenes sí se quejan y cada tanto algún adulto también.
—Hace 20 horas anoté a la nena —reclama una señora en la mesa de entrada.
—Seguro la llamaron y no escuchó —le responden.
Y la vuelven a anotar.
La nena tiene un ojo hinchado. Esperan desde hace una hora y media. Recién cuando se cumplen las dos, el médico las llama y las hace pasar.
A las 8 de la noche se da el pico máximo de espera. Ya son 70 los que se amontonan dentro del sector de guardia, mientras que 11 se quedan afuera.
Los que van por un traumatólogo son los que menos tardan en ser atendidos y al salir todos coinciden en algo: la atención es “buena”, “buenísima”, “excelente”.
En 5 horas se escucha de todo: dolor de cabeza, de estómago, presión alta, picadura de araña, corte en el labio, golpe en la cabeza, ataque de pánico, gastroenteritis, golpe en el brazo y en la pierna, dolor de muela y vómitos.
Las 2 personas que atienden piden DNI, preguntan si tienen obra social y anotan. Cada tanto reciben algún reclamo o alguna pregunta que desconcierta: “¿Me dan algo para tomar? Tengo sed”.
Son más de las 10 de la noche y en el sector de emergencias de calle Bravard la gente espera. Pasa una hora. No sale ningún médico. Y la gente espera, en promedio, de 20 a 35 minutos antes de que griten su apellido.
No hay quejas, ni llantos, ni reproches. Sólo paciencia y resignación.
En el pasillo de la guardia se ve gente parada: dicen que 2 clínicos y 2 pediatras “se fueron a comer hace una hora”.
Mientras tanto, en la sala de espera, algunos escuchan música, hablan por WhatsApp, revisan Facebook o simplemente miran el techo. Otros, cada tanto, miran desde lejos los libros de Günter Grass, Margaret Truman y Stephen King que hay en una biblioteca improvisada.
De repente un hombre se para en el fondo, camina hasta la mesa de entrada e interrumpe la charla de los recepcionistas que atienden detrás de un vidrio blindado:
—No se siente bien, está temblando y casi que no puede hablar —dice señalando a la mujer que lo acompaña.
—Tome una silla de ruedas e ingrese por la puerta principal —le contestan por el altavoz.
El hombre sale casi corriendo. Ella sí que no puede esperar.
«No hay reposición de puestos»
El presidente de la Asociación de Profesionales, Pablo Acrogliano, dijo que «no hay reposición de puestos» en la guardia.
Según informaron ayer en conferencia de prensa, desde 2014 la clínica médica perdió el 80 % del personal y en lo que va del 2017 renunciaron 16 médicos y se jubilaron 28 enfermeras.
«Se pretende el mismo funcionamiento con menos personal. El hospital se sostiene por lo humano y la vocación de los que trabajamos, si no ya estaría cerrado hace rato», aseguró Acrogliano.
Y agregó que [el problema] «no se resuelve nombrando médicos de guardia nomás, necesitamos una resolución política para saber qué tipo de salud vamos a ofrecer».
La crónica se hizo con información recolectada el miércoles 15 y viernes 17 de noviembre, entre las 18 y la medianoche. Se tomaron los datos de 18 casos en el Municipal y 9 en el Penna, aunque no fueron nombrados para preservar su identidad. (La Nueva).
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