«… Me llevaron dopada. Estuve 8 días encerrada. Me escapaba y mis captores me volvían a encontrar. Cada noche que me sacaban a trabajar, hacía lío y me pegaban… La gente de Dorrego me ayudó y me enseñó a volver a confiar…».
Cintia Ortiz (32) cuenta que sufrió de todo en su vida, que se las arregla para que a sus 5 hijos no les falte nada, y que también quiere ayudar a los necesitados de Punta Alta.
Por eso, este sábado a la mañana va a hacer chocolatada, rosquitas y pan casero para repartir en el garaje de Estrada 875.
«Es para los chicos que alguna vez, como mis hijos, no tuvieron un desayuno», le dijo Cintia a La Nueva.
Sueña con llevar adelante un merendero y un ropero, cuando pueda construir algo en un terreno que está pagando.
«Yo sé lo que es la necesidad —dice—, pero la vengo remando. Hago de todo: limpieza, albañilería, electricidad, comidas.»
Ayudar para sanar
Cintia cuenta que nació en Brasil, se crió en Paraguay y a los 14 años se escapó de su casa materna hacia Misiones, donde a los 18 «un fiolo» la vendió a un cabaret de Coronel Dorrego.
«Me llevaron dopada. Estuve 8 días encerrada. Me escapaba y mis captores me volvían a encontrar. Cada noche que me sacaban a trabajar, hacía lío y me pegaban. Un hombre y una de las chicas me ayudaron a escapar de ahí —relata Cintia—. Estuve muy mal, tenía 18 años, estaba embarazada y no tenía familia. La gente de Dorrego me ayudó y me enseñó a volver a confiar. Una mujer, Elsa, me llevó a su casa y se hizo cargo de mí y de mi hija. Se convirtió en mi mamá.»
Cintia después formó pareja, pero tuvo que huir de nuevo por las palizas que le daba.
«En la última, me desfiguró la cara a golpes, me estaba matando delante de mis hijos. Después de 54 denuncias, la justicia actuó y le puso una orden de restricción de acercamiento.»
Cuenta Cintia que a Punta Alta llegó sin nada.
«Acá también me ayudaron un montón. Y ahora quiero ayudar —dice Cintia—. Yo entiendo la necesidad del otro.»
«Hoy por vos, mañana por mí», escribió en su Facebook donde anuncia la movida solidaria del sábado.
Un poco de ayuda oficial
Cintia cuenta que la gente se solidariza con su causa y le promete ayudarla con ropa y calzado para el ropero que quiere armar, o con una mano para hacer las rosquitas, el pan, la chocolatada.
Pero también necesita ayuda del Estado: «Le pido al intendente si nos puede conseguir una olla bien grande para la leche y un tablón».
Es poco lo que pide. Es para seguir ayudando. (Nota publicada en La Nueva.).
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