LA DORREGO

El amor no correspondido de Javier Milei

Macri rechaza la idea de “fusión” propuesta por el presidente y piensa en un frente electoral. Resignificación de “democracia” para los latinoamericanos. Más dudas que certezas sobre el rumbo propuesto por Luis Caputo.

Nota de Iván Schargrodsky en Cenital

Diez días atrás, el intelectual turco estadounidense Daron Acemoğlu publicó un artículo titulado “Si la democracia no es pro-trabajador, morirá”. La nota es relevante por su contenido, pero antes que eso, por quién es Daron Acemoglu. Se trata de uno de los principales teóricos a nivel global de la importancia de las instituciones en el desarrollo económico. Su libro ¿Por qué fracasan las naciones? forma parte del panteón de las ciencias sociales y atribuye a los arreglos institucionales de inspiración occidental una parte enorme de la explicación de los éxitos y fracasos de los proyectos nacionales. El artículo, muy breve, es interesante porque en algún punto invierte algunas de las causalidades identificadas en su trabajo canónico. Desde alrededor de 1980, señala, las democracias –hasta entonces exitosas en proporcionar empleos, estabilidad y bienes públicos de alta calidad– vienen fallando a pesar de la alternancia entre gestiones de izquierda y de derecha. Ese status quo, advierte, terminó por poner en peligro a las propias democracias occidentales, algo que dice que demuestran las consolidaciones de las ultraderechas y las derechas antisistema en Europa y los Estados Unidos.

A pesar de las diferencias, en general pertinentes, que marcó la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner en su entrevista con Pedro Rosemblat, las derechas europeas y las sudamericanas están hermanadas en operar como vehículo de la insatisfacción democrática y con un sentido común percibido como progresista. Allí se hermanan Giorgia Meloni, Vox y Javier Milei con una profundidad que no podría tocar nunca al alicaído presidente francés, Emmanuel Macron. Que los europeos y estadounidenses posean instintos económicos más nacionalistas y los sudamericanos –Milei, pero también José Antonio Kast o Jair Bolsonaro, no existe aquí extravagancia– más liberales es una cuestión relevante, pero menor en comparación.

El institucionalismo democrático sólo podrá prosperar, sostiene Acemoğlu, si vuelve a proveer bienestar a los ciudadanos. ¿Y si no? Un predictor puede ser los países donde los ciudadanos manifiestan mayor satisfacción con la democracia en Latinoamérica: Uruguay y El Salvador. Uruguay cuenta con el índice de desarrollo humano más alto de la región; El Salvador pudo llevar adelante un proceso muy contundente en sus resultados de recuperación de la seguridad ciudadana y, con ella, la legitimidad estatal, más allá de los evidentes rasgos autoritarios de Nayib Bukele. El Salvador de Bukele registra una particularidad. Ante la pregunta de Latinbarómetro el año pasado sobre la satisfacción con la democracia, el 64% de los salvadoreños respondieron estar entre “muy satisfechos y más bien satisfechos” mientras que la media de la región es 28%.

En la Argentina, las limitaciones de la encarnación de la rebeldía en el oficialismo aquejan, sobre todo, al ministro de Economía Luis Caputo. El rápido empeoramiento de algunas de las variables financieras, que podía jactarse de tener relativamente controladas en los primeros meses –la brecha cambiaria, el riesgo país–, complican cualquier sendero de normalización y convergencia que permita sostener el crawling peg del 2% mensual hasta una confluencia con la tasa de inflación que conceda en el horizonte considerar el levantamiento del cepo. La conferencia de Caputo y Santiago Bausili, el viernes a última hora de la tarde, tras el cierre de los mercados, fue una foto perdedora sin necesidad de esperar los resultados. Como dice el ex FMI Alejandro Werner en su libro La Argentina en el Fondo, “nuevamente el Messi de las finanzas pateó el penal afuera”.

Parafraseando al lingüista estadounidense Georg Lakoff, se podría titular la pieza de comunicación política de los responsables económicos “No pienses en una crisis”. El anuncio de “emisión casi cero” y la transferencia del peso del endeudamiento del Banco Central al Tesoro no tuvo ningún efecto tranquilizador para los mercados que ven en la pobre liquidación del sector sojero la certeza de una devaluación inevitable, que empuja la brecha por el debilitamiento de la adquisición de reservas. El nuevo esquema, que pasa de tasas reales negativas a una promesa de tasas positivas, no alcanzó para convencer a los operadores financieros que, justificadamente, ven en el paso de la deuda de un sector del sector público –el Banco Central– a otro –el Tesoro– apenas una maniobra contable.

Sin dólares frescos, el sostenimiento de tasas positivas sin emisión endógena, pone más presión sobre el superávit fiscal y, por lo tanto, sobre los de por sí altísimos niveles de ajuste económico. Un esquema que requiere ajustar aún más las cuentas públicas, por su efecto sobre la sociedad, difícilmente sea creíble en su sostenibilidad política. El mercado no es racional, pero tampoco militante: el aumento de la brecha cambiaria y el Riesgo País reflejan esos cálculos.

Los últimos datos que dio a conocer el INDEC sobre el aumento de la desigualdad, medida por el coeficiente de Gini, no son relevantes sólo por la medición de esa variable –que pegó un salto y se ubicó en el mayor nivel en 16 años y que convierten a Argentina, en ese índice en un país más desigual que Chile– sino que muestran un brutal impacto de la recesión sobre la pobreza y la indigencia. El sociólogo Daniel Schteingart proyecta que los datos, correspondientes al primer trimestre, permiten proyectar una suba dramática de la pobreza conforme la metodología del INDEC en ese período. Del 38,7% en el primer trimestre de 2023, la pobreza habría crecido al 55,7% un año más tarde. La indigencia habría pasado del 8,9% al 18,3%. Se trata de los mayores valores en 20 años. El economista Ramiro Castiñeira, integrante del Consejo de Asesores Económicos del presidente, lo puso en términos crudos. Abandonando la ficción de que el ajuste podía pagarlo alguna casta, admitió que será soportado por toda la sociedad: “Al Estado lo destruyeron los argentinos y el equilibrio lo van a pagar los argentinos”. Una franqueza que se celebra.

“Es el siglo 21, nadie se casa sin coger”. Con esa figura literaria, Mauricio Macri detonó en privado cualquier fusión con La Libertad Avanza luego de que Milei haya asegurado que era el camino lógico después del apoyo del PRO en la Ley Bases cuando precisó a Cristian Ritondo, Diego Santilli y María Eugenia Vidal como parte central de ese logro gubernamental. El fastidio de Macri responde a lo que considera una falta de receptividad del presidente ante sus sugerencias. El responsable de su suerte esquiva, piensa Macri, es Santiago Caputo.

Al día siguiente de la declaración de amor de Milei, la Fundación Pensar –que preside la propia Vidal– publicó un documento en el que sentencia que en el rumbo del Gobierno “hay más interrogantes que certezas”. El informe lleva la firma de Macri y de Vidal, entre otros. Un afecto no correspondido. Como fue anticipado oportunamente por #OffTheRecord, el titular de la Fundación FIFA estaba esperando la aprobación de la ley para diferenciarse del oficialismo.

La pregunta que se hacen por estas horas en el PRO es cuán delgado es el desfiladero del “apoyo crítico” a un gobierno que, por ahora, va por el todo o nada. Macri sostiene que un fracaso sonoro de Milei arrastra al PRO. “¿Qué es el PRO?”, se burla Caputo en privado. El PRO es, hoy, solo una estrategia de negociación, no un espacio electoral. La intransigencia de Bambi irrita al Calabrés que, igualmente, ayer deliberaba con sus colaboradores si lo de Milei fue una “avivada” o un uso errático del castellano: el presidente, en sus mesas de los domingos, asegura que habrá una concreción legislativa de ese acuerdo y también para los comicios del año que viene. ¿Le dirá, Milei, “fusión” a lo que en realidad es un “frente electoral”? Es una incógnita.

Mientras tanto, como anticipó #OffTheRecord, el PRO se prepara el jueves para su boda roja. A pesar del acuerdo entre Macri y Bullrich para repartirse la presidencia del consejo y de la asamblea, el Ingeniero dará la orden y los asambleístas votarán en contra de lo que habían operativizado como acuerdo Fernando De Andreis y Pablo Walter.

El bullrichismo se debate entre quienes eligen la prudencia de lo institucional y quienes se ven desorientados porque Macri se desquitó con quienes no se le someten. Una novedad, realmente. “Entre el partido y los votos me quedo con los votos”, dicen en el entorno de la ministra de Seguridad y aseguran le ganaría “cómoda” una elección a Macri que tiene “la misma negativa que Cristina”. Sobre la presencia de Bullrich en la asamblea, aseguran que “va a depender de cómo esté el caso Loan”, pero aclaran: “No puede no ir”. “Ni ella ni nosotros nos vamos del PRO”, concluyen. Consultado por este medio, el lugarteniente de Bullrich, Damián Arabia, dijo lo siguiente:

–¿Están preparados para que la asamblea no acompañe a Bullrich el jueves?

–Todo lo contrario. Nosotros creemos en la palabra empeñada, en el acuerdo que hemos celebrado, de unidad por el cambio en la Argentina, en donde Mauricio Macri presidirá el Consejo del Partido y Patricia Bullrich la Asamblea del Partido.

–¿Y si eso no ocurre?

–No es un supuesto que yo vaya a analizar, Mauricio Macri es un expresidente de la Argentina, sabe del valor de la palabra, del valor de generar confianza. Lo llevó adelante durante su presidencia en el marco de inversiones o de los acuerdos internacionales, lo mismo ocurre en los marcos partidarios, así que es un supuesto que yo no voy a responder porque no creo que sea una posibilidad.

El escenario más probable, hoy, es que la Asamblea elija a Martín Yeza como su presidente. El nombre no es antojadizo: Yeza es un nexo sistemático entre Macri y Caputo.

La gestión de la política exterior tampoco ofrece aristas de brillo para el posicionamiento del Gobierno aunque esta semana recibió una mano enorme desde Bolivia. Allí, el enfrentamiento personal, destructivo e irresponsable de Evo Morales y el presidente Luis Arce terminó otorgando una pátina de legitimidad a la omisión de la Cancillería de pronunciarse sobre el movimiento militar en aquel país, condenado rápida y unánimemente por todas las administraciones de la región, la Organización de Estados Americanos y la Unión Europea.

En la entrega anterior nos preguntábamos si el presidente podría sostener la disciplina que mantuvo de cara a su encuentro con el socialdemócrata Olaf Scholz ante la próxima Cumbre del Mercosur, en Asunción, donde estaba previsto que se cruzara con Lula da Silva. Provocado por el presidente brasileño -que le exigió disculpas y lo acusó de haber dicho estupideces- la respuesta de Milei fue, a su vez, redoblar y no redoblar la apuesta. El presidente volvió a llamar corrupto y comunista a su par brasileño y anunció un próximo encuentro con Jair Bolsonaro en lo que será otro viaje particular para dar un discurso, en el capítulo brasileño de la cumbre conservadora CPAC. Una provocación en tierras de Lula que, sin embargo, no sostendrá cara a cara: Milei no viajará a la Cumbre de Asunción y no tendrá reuniones, cruces, ni contrapuntos discursivos con el brasileño. Tendrá a su favor que eludir la confrontación cara a cara se interprete en lenguaje diplomático. En sus propios términos, diríamos que corrió. (04-07-24).

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