Sociedad

Dejarán Mar del Plata y vivirán en Faro para encontrar tranquilidad

Lucía Giacondino y Cristián Atlante tienen 30 y 29 años respectivamente. Viven en Mar del Plata, conocen el país. Saben de lo que hablan. “La gente en la ciudad está colapsada, hay una necesidad muy grande de volver a alcanzar la tranquilidad, el desarrollo familiar, de tener espacio psicológico y físico real. De tener una actividad natural en la vida”, estas son las causas que encuentra Lucía para resumir el fenómeno que cruza todo el país: la necesidad familiar de volver al campo, a la pequeña escala, al ritmo natural y humano de una vida sencilla y plena, trabajando la tierra, viendo correr a los niños, reconsiderando la relación entre el uno y el universo.

“Necesitamos volver a la seguridad de confiar en el otro. Recuperar la confianza en la tierra, que está perdida en las grandes ciudades”, asegura con añoranza Lucía. La idea de cambiar de vida surgió de ella y pronto Cristian la aceptó, juntos son un equipo indestructible. Comenzaron a hacer un curso de bioconstrucción, que terminan a fin de año. Con la decisión tomada, el panorama resultó mucho más despejado. La vida en Mar del Plata, es la propia de toda gran ciudad, hacinamiento, colapso de servicios, desintegración de la unión entre vecinos. Lucía y Cristián se pusieron a la búsqueda de un pueblo donde poder asentar su vida. Se cruzaron en el camino con la ONG Proyecto Pulpería, que trabaja territorialmente en el arraigo y en la promoción de la vida rural en pequeños pueblos de la provincia de Buenos Aires. “Faro necesitaba nuevos vecinos y enseguida supimos que era nuestra oportunidad”.

 

Faro es un pequeño pueblo de 14 habitantes del Partido de Coronel Dorrego, en el sur de la provincia, el pueblo y sus habitantes, como tantas localidades perdidas en el mapa, resisten el olvido. La comunidad se propuso revivir el pueblo, afianzar su identidad y recuperar su destino. La ONG acompaña al pueblo en esta aventura. Hace un par de semanas Lucía y Cristian llegaron al pueblo, lo conocieron y fundamentalmente entendieron lo que estos habitantes querían hacer y aceptaron el desafío de formar parte del equipo de refundadores de Faro. “Viajamos a dedo, a pesar de que mucha gente piensa que nadie te levanta, nosotros no esperamos más que quince minutos en la ruta. Así hemos recorrido el país” La autogestión, ese espíritu inclaudicable, está presente en ellos, y es fundamental para abrazar el horizonte y negociar con la tierra el cambio de vida.

“La idea que tenemos es simple: queremos hacer una casa de adobe, pero además diseñar un modo de vida completamente sustentable, producir nuestros alimentos, trabajando conscientemente la tierra para poder vivir gracias a ella, y vender la producción excedente. Queremos demostrar que otro modo de vida es posible, por eso vamos a tener nuestra casa abierta para que esta alternativa que planteamos sea viral y pueda ser compartida por todas las personas que deseen dejar la ciudad y comprometerse con la tierra y la vida en un pueblo”, detalla Lucía quien reflexiona y define en pocas palabras lo que muchos piensan y no se animan a hacer. Cristián va más allá y teoriza acerca de esta vuelta a la tierra que comienzan a plantearse muchos desde varios puntos en el mapa, y que para la ONG Proyecto Pulpería se trata de una revolución silenciosa que está creando una red de pequeños pueblos emprendedores que están iniciando el camino de la recuperación. “Existe la creencia de que las especies deben competir entre sí para permanecer en la Tierra, nosotros creemos que las especies pueden cooperar. No estamos de acuerdo con el sentido de competencia, defendemos la cooperación” En Faro está creciendo un sueño que es el de muchos pueblos, el de volver a ser un punto vivo en el mapa, este proceso se produce por fuera del aparato político, apoyado por la fuerza de sus propios habitantes.

La historia de Lucía y Cristián es el ejemplo de cómo la vida puede reinstalarse y muestra el fenómeno de éxodo interno que alimenta el retorno a la naturaleza, a reformular la relación entre la tierra y el ser humano, esta vuelta a la pequeña escala, tiene a los micro pueblos como protagonistas centrales. Todo allí está por hacerse, y no puede haber un mejor escenario. “El objetivo que tenemos en esta vida es lograr la felicidad, queremos aspirar a ser felices, pero no de una manera mágica, sino realista. La tierra es nuestra aliada”, concluye Lucía, mirando el horizonte, abrazando a Cristián. Ellos ya encontraron su lugar en el mundo. (Fuente y foto: Revista El Federal).

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