Señoritas

Por Néstor Machiavelli (*)
Qué manera dulce de utilizar el adjetivo para referirnos a nuestras maestras.
No importaba si eran jóvenes o veteranas, lindas o no tanto. Tampoco el talle ni el estado civil. Todas eran señoritas. Es más, las veíamos señoritas de eterna juventud aunque estuvieran casadas, con hijos, nietos o en edad de acogerse a la jubilación.
El adjetivo las igualaba, hacía las veces de guardapolvo blanco que escondía debajo a la vecina de pueblo que todos conocíamos y no bien cruzaba el umbral de acceso era una señorita más de la escuela.
Crecimos y nos educamos entre señoritas, la de segundo, la de cuarto, la de sexto. Aun hoy recordamos el grado y en el aire se dibuja el rostro y el aura de cada una de ellas que atravesó nuestra infancia con impronta propia y dulzura perdurable.
Un mito urbano señala que el término “señorita” en la escuela se aplicaba inicialmente cuando las mujeres decidían volcarse de lleno a la vocación por la docencia. Elegían no casarse o mejor dicho, contraían matrimonio con la docencia.
Los señoritas de hoy no son las mismas de antes, los alumnos que la rodean tampoco y junto a ellos en la escuela convive un invitado que llegó para quedarse y revolucionar el aula: el mundo digital y la Inteligencia Artificial (IA).
Los pibes de hoy nacidos entre 2010 y 2024 integran la Generación Alfa, los primeros “nativos digitales”. Desde que aprendieron a caminar están inmersos en la tecnología y el acceso ilimitado a internet, las redes sociales y los dispositivos móviles.
Aseguran que esta generación será la más numerosa de la historia, con una conciencia global, ambiental y social superior a las anteriores
La figura del docente siempre ocupó en el aula el centro de la escena. Aportaba sus conocimientos, era el intermediario y administrador entre el saber y los estudiantes.
El mundo se dio vuelta como una media. Hoy, el alumno con un celular en la mano y acceso a un asistente de inteligencia artificial, puede consultar datos, resolver ejercicios o redactar texto al toque. En síntesis, el alumno se vuelve autónomo y el maestro, en muchos casos, va detrás de la novedad tecnológica que trae el alumno.
Le pregunté a la IA sobre esta nueva relación entre maestros y alumnos. ¿Quién le enseña a quién? ¿Los maestros pierden terreno frente a los alumnos? ¿Es posible un aula con alumnos y computadoras, sin maestros?
La IA responde que su uso ofrece oportunidades innegables para ambos lados. Para el maestro “liberarse de tareas rutinarias y concentrarse en lo esencial que es enseñar”.
Para los alumnos el acceso inmediato a explicaciones, ejemplos y el aprendizaje continuo, sin las limitaciones de horario ni espacio.
Sobre los riesgos, para el docente “quedar rezagado en el dominio de las tecnologías y ver erosionada su autoridad si los estudiantes confían más en “lo que dice la máquina” que en su palabra.
Para los alumnos afirma que la amenaza es doble: “la dependencia de respuestas automáticas que debilitan el pensamiento crítico, y la desigualdad que genera el acceso desigual a dispositivos y conectividad”.
Finalmente, respiro hondo con última la respuesta de la IA respecto al rol del maestro y su continuidad al frente del aula. Dice textualmente: “la IA no reemplazará al maestro ni convertirá al alumno en un experto por sí solo. Lo que hace es modificar el vínculo. El valor del docente ya no reside en ser un “repartidor de datos”, sino en acompañar, guiar, formar criterio y humanizar el proceso educativo. Y los estudiantes necesitan esa mediación para no perderse en un océano de información donde lo verdadero y lo falso conviven sin fronteras claras.
Definitivamente, no habrá aulas sin maestros y eso hoy en su día, es motivo de celebración.
En esta crónica me he referido a Señoritas, porque en los años de la primaria la docencia era mayoritariamente femenina, es más no tuve maestros varones. Hoy las aulas están pobladas por hombres y mujeres de blanco y en buena hora que así sea.
Escribir estas líneas me permitió repasar todo lo que aprendí de las señoritas (entre ellas mi madre).
Recordarlas es devolverles la vida.
Siempre están.
(*) Nota publicada en La Nueva. (11-09-25).