La ciudad

Centenario de Osiris Rodríguez Castillos, un homenaje necesario

Por Fabián Enzo Barda

Muy pronto se cumplirán 100 del nacimiento de uno de los hombres más importantes de la cultura del cono sur, Osiris Rodríguez Castillos, un uruguayo que, al igual que otro girante de América como don Atahualpa Yupanqui, supo desde la regionalidad de su lugar en el mundo construir un mensaje universal.
Precisamente, el nacido en las cercanías de Pergamino alguna vez dijo: “junto conmigo, Violeta Parra y Osiris la canción telúrica del Cono Sur estaría cubierta”. Es sabido que don Ata no era alguien de repartir elogios porque sí, sin embargo, reconocía en el autor de “El Malevo” a alguien que debía estar en el panteón de los grandes de esta parte del mundo.
En este tiempo han comenzado a desarrollarse, muy tibiamente, una serie de homenajes en Argentina y Uruguay resaltando la figura de Osiris. Hay cultores de homenajes permanentes tal el caso de Oscar Redón Cabrera que ha recopilado la obra inédita, incluso con arreglos de temas consagrados nunca antes ejecutados públicamente, también reconstruyó “La Osiris”, la guitarra que suena como en Laúd, desvelo este de Rodríguez Castillo en su exilio en España. También desde la Banda Oriental, Hamid Nazabay junto al rescate de cantores nacionales como Amalia de la Vega y Arturo de Navas ha publicado “Osiris Rodríguez Castillos – Pionero del Canto Popular Uruguayo”. Desde este costado del Plata, Schubert Flores, oriental si los hay, tuvo el privilegio de realizar el último reportaje a Osiris continuando la difusión de la vida y obra.
El vínculo con Coronel Dorrego es por demás conocido. En los primeros tiempos de la Fiesta de la Tradición; devenida en Fiesta de las Llanuras., llegó en 1961 integrando de la Delegación Uruguaya, formando parte de “Los Cimarrones”, prestigiosa entidad tradicionalista de Montevideo. Las reiteradas visitas para el octubre “dorreguero” se convirtió en una radicación. Osiris vivió en la ciudad de Dorrego, en una vivienda ubicada en la calle Lequerica, entre Siria y Dinamarca. En esos meses acompañó a la Peña Nativista en todas las presentaciones que realizó por la región y otros puntos de la provincia de Buenos Aires. Forjó amistades con “El Chueco” Guardia, cocinero del grupo, “Pepe” Peña, Amílcar González y Orlando “El Feo” Matti, Precisamente con este último y Amilcar vive una especial situación hoy convertida en una de las anécdotas pueblerinas. Una tarde llegan al taller los Matti, Osiris y Amilcar. Ante la insistencia de este último el gran bandoneonista dorreguense accede a mostrarle la partitura del tango que Matti había denominado “Escalera”, luego de leer la partitura Rodríguez Castillo pregunta: “Y quien toca esto”, rápido “El Feo” contesta. “Y si no se me emborrachan los dedos, yo lo toco”. Privilegios de quienes lo frecuentaron como la noche, previa cena preparada por Guardia, detalló como había nacido una de sus milongas más famosas, “Domingo de Agua”.
Todavía en el exilio regresó a Dorrego en 1977, por el mes de agosto. Esta vez no fue la sede de Independiente, ni el rancho viejo de la Peña, sino el flamante rancho de la calle Yrigoyen en donde Osiris regaló otra noche mágica a un pueblo surero que le guarda el mismo lugar que a otros grandes como Atahualpa Yupanqui, Alberto Merlo, Suma Paz, Omar Moreno Palacios, Aimé Painé, Rodolfo Casamiquela, Carlos Castelo Luro y Ñusta de Piorno.

Un Intento de biografía

Osiris Rodríguez Castillos nació un 21 de julio de 1925 en Montevideo. Al poco tiempo la familia se traslada a Sarandí del Yi, Departamento de Durazno, donde pasaría su infancia en contacto con el río y la naturaleza campestre. A los 6 años empieza a estudiar piano con el profesor Piera que viajaba una vez por semana desde Florida para enseñarle, llegando a los 14 años a lograr el título de Profesor Superior.
A los 8 años compone sus primeros poemas, termina la escuela a los 11 y comienza el secundario en el Liceo Florida.
Una tarde cuando regresaba de pescar, cerca del pueblo se encuentra con algo desconocido: una guitarra. Desde ese día será su compañera inseparable.
La estudia con Atilio Rapat.
A finales de los 30, la familia regresa a Montevideo y empieza a estudiar en el Liceo Francés, cumple el servicio militar y abandona el secundario para buscar nuevos horizontes.
Vivió dos años enteramente a caballo, sin dormir en una cama, peonando en Río Grande do Soul.
De esa etapa fronteriza es su matrimonio con Imasul Botello del que nacerá Federico.
Tuvo varios trabajos desde tozar Jazz en el Casino hasta trabajar en un Astillero, tallar madera, metalúrgico, trabajar el cuero y varios oficios más.
En la década de 1950, por Radio Rural empieza a difundir su obra en un programa que ser llamaba “Un poeta Oriental dice sus versos”.
En 1953, recibe la medalla de oro a la poesía épica por su “Romance al General Lavalleja”, dos años después edita su primer libro “Grillo Nochero”.
Trabaja en Radio Carve junto a Amalia de la Vega en un programa titulado “Bajo las luces de Kolynos”.
En 1957, edita “1904, Luna Roja”. En 1961, “Entierro de Carnaval”, un año después graba lo que sería su primer disco “Poemas y Canciones Orientales”.
En 1963, salió al público “Cantos del norte y del sur” y es nombrado asesor de la unta continental de investigación del habla popular latinoamericana.
En 1964, viaja a Washington invitado a realizar recitales. Cuando regresó realizó el exitoso ciclo “Charlas del Fogón” por Canal 4 de Montevideo.
En 1966, Ariel Ramírez, por entonces presidente de SADAIC, lo invita a dar conferencias sobre la identidad social del gaucho.
Aparece su tercer disco “Cimarrones” y se empieza a dedicar de lleno a la guitarra y crea un nuevo método de estudio par la mano derecha. Registra bajo el nombre de “Nueva Guitarra” una reestructuración del instrumento que busca lograr el perfeccionamiento del sonido.
En 1974, edita “Pájaros de Piedra”. Desde ese año hasta 1977, plena dictadura uruguaya, no realiza recitales en su país. Recién en 1978 hace dos presentaciones.
En enero de 1980, edita los cuentos “Las aventuras del Gaucho Alambre”.
En 1981, se exilia en Madrid. Allí crea la “Osiris” la guitarra que suena como el Laúd. Empieza a escribir y termina “El libro de las cosas” que nunca vio luz pública.
En el 90 hace un ensayo que tampoco es publicado: “El libro del discurso”.
En su obra musical se destacan canciones como Camino de los quileros, Décimas a Jacinto Luna, De Corrales a Tranqueras, Corrales de Algorta, El cisne negro, Gurí pescador, De tiempo adentro, Tata Juancho, Como yo lo siento, etc. Su poema más difundido es el Romance del Malevo.
Regresa definitivamente a Uruguay en 1992. En uno de los homenajes del regreso dijo:
“Tenemos que reafirmar nuestra cultura, nuestra manera de ser y también ciertos principios que hoy parecen estar en retirada. Hay que insistir con esto y darle forma estética. Yo hace mucho que vengo luchando para que esto se haga realidad. Pero la gente se confunde mucho…”
“Hay artistas que solo hacen pequeñas canciones para ganar unos pesos: yo los llamo gana panes del arte”.
Osiris que sostuvo que el gaucho “ha vencido el tiempo y ha llegado a la costa”, porque también creyò que “podía cruzar el mar”.
Para él, el gaucho “había dejado de ser un hecho social para convertirse en un origen cultural”.
Como tantos otros avaló a la cultura como una posición frente a la vida.
Y con Renán dijo que “todos los siglos de una nación son páginas de mismo libro”.
Que “los verdaderos hombres de progreso son los que toman por punto de partida un respeto profundo hacia el pasado”.
Que “todo lo que hacemos, todo lo que somos, es el coronamiento de un trabajo secular”.
Osiris, fue un tradicionalista militante. Vivió los últimos tiempos de su regreso a Montevideo en una pensión de la calle Gabotto.
El 6 de abril subió al escenario de la Rural del Prado tras varios años sin actuar en su patria, cuentan los que asistieron a ese recital que se lo vio muy entusiasmado y contento y hasta tenía varias propuestas por concretar.
El 10 de octubre de 1996 la muerte lo llevó quizás a esa infancia que tanto añoró y recordó con alegría, se fue, pero dejó lo más importante: la obra de un artista insustituible. (25-06-25).

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