Película «Mi yo del futuro», un tierno y gracioso viaje en el tiempo
Nota de Juan Pablo Cinelli en Página 12
Mi yo del futuro 8 puntos
My Old Ass, Canadá/Estados Unidos, 2024
Dirección y guion: Megan Park
Duración: 89 minutos
Intérpretes: Maisy Stella, Percy Haynes White, Aubrey Plaza, María Dizzia, Kerrice Brooks, Seth Isaac Johnson, Carter Trozzolo.
Son muchas las veces que al abordar el análisis de una película se señala como un detalle significativo su tendencia a recaer en lugares comunes. La alusión no es unívoca, porque dichos estereotipos pueden corresponder al orden del desarrollo narrativo, a cuestiones formales, a la puesta en escena o a la construcción de los personajes, entre otras opciones. Lo que está claro es que dicha mención por lo general suele expresarse en términos negativos, asociando la repetición de algunas cuestiones o recursos con la falta de originalidad o la pereza creativa. Pero (hablando de lugares comunes) cada tanto aparece una excepción con ganas de confirmar la regla.
Las recurrencias que es posible detectar en Mi yo del futuro, segunda película de la cineasta canadiense Megan Park, no son pocas. En ella una adolescente a punto de abandonar el seno familiar para ir a la universidad tiene un encuentro cercano con, justamente, una versión de sí misma 20 años mayor. Como se ve, la premisa podrá parecer entretenida pero de ningún modo es original. Sin embargo la directora, que también es la guionista, se las arregla para introducir elementos que le permiten no solo mantener interesado al público, sino forzar los límites del estereotipo y enriquecer la trama a partir de decisiones inteligentes pero no necesariamente notorias.
Alcanza con imaginar qué clase de película sería Mi yo del futuro si hubiera decidido respetar de manera sumisa todas las leyes que suelen regir las historias de viajes o bucles temporales. Park se pasa por los ovarios cuestiones como la paradoja de que una persona se encuentre consigo misma, el efecto mariposa o la alteración de la continuidad espacio temporal. Y, sobre todo, evita toda referencia vinculada a realidades paralelas, multiversos, metaversos o cualquiera de sus derivaciones que las películas de superhéroes se encargaron de vaciar del atractivo que alguna vez tuvieron. En ese sentido, se trata de una historia mucho más libre de lo que su simple premisa deja entrever.
Una de las fortalezas de Mi yo del futuro radica en ese carpe diem narrativo que le permite jugar con los viajes temporales, pero riéndose de sus presupuestos habituales. Por eso, una vez que la adolescente Elliott contacte con su yo adulto y comience a seguir sus consejos para alterar ciertos detalles de su vida, algunos cotidianos y otros más trascendentes, en lugar de modificar el desarrollo de los hechos parece reafirmarlos aún más. De esa forma, la película desestima las teorías más habituales respecto de los viajes en el tiempo (cualquier cambio en el pasado afecta inevitablemente y en dimensiones abismales el desarrollo del futuro), para abrazar un postulado opuesto, más cercano a la saga Destino final: no hay forma de modificar el pasado y cualquier intento de desviarlo acabará por llevar la acción de nuevo a su curso natural.
Coming of age, comedia romática adolescente, relato de ciencia ficción, todo eso se combina con gracia y extraordinario pulso narrativo en Mi yo del futuro. Por debajo, la película hecha sus raíces en cuestiones emotivas muy profundas, como la construcción de los vínculos, el misterioso origen del amor y el lugar que el dolor de la pérdida ocupa (y no debe dejar de ocupar) para que la vida tenga sentido. Un concepto de pérdida que se conecta con cuestiones primales, como el paso de la niñez a la edad adulta o la forma en que esos cambios impactan no solo en quienes los viven, sino también en los que los rodean. Y sobre todo, la idea de que el intento de evitar el dolor de la pérdida también implica la decisión de negarse a uno mismo el placer y la alegría que surgen de animarse a tomar el riesgo de vivir. ¿Lugar común? Puede ser, pero esta vez muy tierna, bella y graciosamente desarrollado. (Página 12).