La política en patrullero
Por Diego Valeriano
La política en patrullero tiene otros tiempos, otras texturas, otros modos. Es más fácil. Se nutre de buchones, funcionarias, opinadores. Sabe cuáles son nuestros miedos, anda en medio de la noche sin ningún problema. Patrullero posteo, patrullero crueldad, patrullero traición. Chaleco, militancia, casco, selfie, escudo, chamuyo.
La política en patrullero absorbe todo, seca todo, quita el aire, las ganas, la tierra. Es anti balas, no le entra una, no le importa, arrasa con lo que se cruza. Es un modo de vida, una adecuación inmediata al mando del capital. Es la única adaptación posible que se permite. Patrullero silencio, complicidad, encubrimiento.
El patrullero educa, corrige, señala. Niega el síntoma. La política en patrullero no entiende de tonos, momentos o historias, no le importan. No entiende de ideas, es la idea. Desprecia a los vagabundos, a las gedes, a lo plebeyo. Odia a Facundo, Ludmila, Santiago, María, Luciano, odia a esos cuerpos. Marca el ritmo, el tono, tus ideas y obediencias. No le hace el juego a la derecha, no duda, no discute, es pura territorialidad militante.
¿Cómo te bajás del patrullero una vez que te subiste? Una vez que disfrutás de ser así de poronga, infalible, ¿cómo volvés a tu cuerpo, a tus ganas, a eso que decís que sos? ¿Cómo explicás, discutís, te reís, festejás? ¿Cómo buscás el aire con amigos? ¿Cómo hacés para volver a la plaza nuevamente sin que te dé algo, un poco, una astilla de vergüenza?