«… Los suicidios deberán publicarse solamente cuando se trate de personas de relevancia o supongan un hecho social de interés general…» (Diario El País de España).
En mayo del año pasado, se supo que Argentina se ubica en tercer lugar entre los países de la región por su tasa de suicidios, con 14,2 muertes por cada 100.000 habitantes y está entre las naciones con mayores tasas a nivel mundial de acuerdo con el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), una evaluación que preocupa al Ministerio de Salud de la Nación.
“Las cifras son absolutamente preocupantes y son el mal resultado del sistema de atención que tenemos”, reconoció el director de Salud Mental y Adicciones de la Nación, André Blake, quien advirtió que el principal aumento se dio entre los adolescentes varones. El funcionario aseguró que se trata de un tema prioritario para su cartera, desde donde están desarrollando programas de prevención.
El informe divulgado el martes de Estadísticas Mundiales de Salud, una publicación anual que compila información de 194 estados miembro de la OMS, reportó que la tasa de suicidios en Argentina fue de 14,2 en 2015. Según las cifras de la cartera nacional, en 2011 –la última estadística consolidada por el Ministerio– esa tasa era de 7,3.
Las estadísticas de la OMS muestran que los números de Argentina están por encima del promedio de la región (9,6) y más cerca de los países europeos que tienen una tasa de 14,1. De hecho, el país se ubica en el tercer puesto en la región, detrás de Bolivia (18,7) y Uruguay (17), pero muy por encima de otros países como Brasil (6,3), Perú (5,8) o Chile (9,9).
“No tenemos una tasa similar a la de los países europeos, sino similar a la de los bolsones de pobreza de los países europeos. Europa tiene bolsones de pobreza relacionados con la crisis de inmigrantes, en estas comunidades tienen las peores tasas de suicidios”, indicó Blake al relativizar esa comparación.
Las últimas cifras disponibles del Ministerio de Salud, de 2015, indican que las muertes por suicidio fueron 3.202 ese año. De todas ellas, sólo 625 fueron mujeres. “Las mujeres tienen más actos parasuicidas, los varones son más violentos, toman métodos más efectivos”, señaló Blake, quien sin embargo advirtió que “no hay que minimizar la conducta parasuicida, es una autoagresión, y aunque el fin no es terminar con la vida, puede salir mal”.
Las cifras de la cartera de Salud muestran también que el sector de la población con mayor tasa de suicidio es el de jóvenes, sobre todo los que tienen entre 15 y 24 años, franja etaria en la que el año pasado se quitaron la vida 844 personas, la mayor parte de ellos (687) hombres. En relación con los métodos, la mayor cantidad de las muertes (2.348) ocurrieron por ahorcamiento o sofocación, mientras que la segunda causa fueron los disparos (605), según las mismas estadísticas.
En su informe, la OMS señala que los hombres tienen dos veces más posibilidades que las mujeres de matarse y advierte que el aumento de los casos es una tendencia en todo el mundo, que creció 60% en los últimos 45 años.
Muchas veces, cuando trascienden suicidios en nuestra ciudad, suelen preguntarnos por qué no informamos sobre estos hechos. Existe un acuerdo tácito en varios medios del país y del mundo para no difundir los datos alarmantes y limitar las informaciones de conductas autodestructivas como forma de evitar un supuesto efecto contagio. Por ejemplo, el diario El País, de España, defiende y practica esta filosofía recogida en los Principios de su Libro de Estilo: «El periodista deberá ser especialmente prudente con las informaciones relativas a suicidios. En primer lugar, porque no siempre la apariencia coincide con la realidad, y también porque la psicología ha comprobado que estas noticias incitan a quitarse la vida a personas que ya eran propensas al suicidio y que sienten en ese momento un estímulo de imitación. Los suicidios deberán publicarse solamente cuando se trate de personas de relevancia o supongan un hecho social de interés general», según explicó este diario, teoría a la cual adherimos.
La nota en cuestión sigue así: “¿Es cierto que hablar del suicidio provoca más muertes? Desde la famosa historia del joven Werther escrita por Goethe en el siglo XIX y prohibida en algunos países de Europa hasta los adolescentes que siguen el ejemplo de famosos autodestructivos, lo cierto es que sociólogos y psiquiatras no se ponen de acuerdo hoy sobre la influencia real de la prensa en este tipo de conductas ni en el carácter epidémico de las mismas.
«Los medios de comunicación tienen un claro efecto sobre los suicidas potenciales. Cuando una persona que se identifica con una situación escucha una noticia que la confirma, se pone en marcha un mecanismo de deseo mimético. Los medios crean un conjunto de representaciones de la vida, muestran las pocas oportunidades de éxito y eso, unido a un desequilibrio emocional previo, provoca problemas mayores», dice el experto en Psicología Social de la Universidad de Navarra, Fernando Múgica. Un trabajo de la Universidad de Oxford sobre 90 estudios en todo el mundo acerca del impacto de los medios en el aumento de suicidios revela que ese aumento sólo se dio en la mitad de los casos, pero en ninguno se produjo una reducción de la tasa normal de suicidios.
“El jefe de Psiquiatría de la Fundación Jiménez Díaz, José Luiz González de Rivera, autor de los libros Dependencias afectivas y Crisis emocionales, se muestra más escéptico sobre esa supuesta influencia negativa de la prensa: «En Estados Unidos se hicieron estudios en los años sesenta del siglo pasado, donde se intentaba demostrar que la publicación de noticias sobre suicidios en un determinado periódico provocaba un aumento de las muertes en la siguiente semana, en el radio de cobertura de ese medio».
“Su teoría es que algunos fenómenos violentos, como las muertes autoinfligidas o los crímenes masivos en institutos, tienden a concentrarse en poco tiempo, sin causa aparente. Es lo que ha sucedido en el último año en un pequeño pueblo de Gales, Bridgend, donde fallecieron consecutivamente 18 jóvenes de edades similares. El último, el pasado día 9. ¿Pacto suicida entre adolescentes, contagio, o búsqueda de notoriedad? En este caso, no se sospecha sólo de las informaciones aparecidas en la prensa, sino de las redes sociales virtuales donde todavía hoy los internautas siguen publicando mensajes de condolencia por una de las últimas fallecidas, y donde otra de las suicidas escribía recientemente sus pensamientos negativos. Los padres de uno de los jóvenes malogrados, Nathaniel Pritchard, de 15 años, pidieron a los medios que dejaran de sobreinformar con todo detalle sobre el tema porque podrían servir como detonante para adolescentes que ya estuvieran planteándose terminar con su vida.
“A raíz de estas muertes, investigadores de la Universidad de Bristol en colaboración con centros de prevención del suicidio acaban de publicar el estudio Suicidio e Internet en la revista British Medical Journal, después de rastrear casi 500 webs donde se comentan, proponen e incluso explican formas de matarse. Su conclusión es que resulta muy fácil encontrar información práctica en Internet para terminar con la vida (90 páginas sobre el tema, 43 con consejos prácticos) no sólo en webs especializadas, chats y grupos de correo, sino en sitios aparentemente inofensivos como Wikipedia. Los científicos advierten de que sería conveniente un sistema de control de Internet -como en Australia, donde es ilegal promover el suicidio, o Japón y Corea, donde directamente se cierran esas páginas-, pero sin olvidar la libertad de expresión y el derecho a la intimidad.
“Para los psiquiatras no hay nada peor que la especulación de los medios sobre las posibles causas del suicidio o sus relaciones. Ni siquiera los expertos pueden determinar la cantidad de factores psicológicos, sociales, económicos, biológicos e incluso ambientales que influyen en una muerte así. Aunque parezca evidente, insisten en el peligro de describirlos como «actos románticos» y ofrecer minuciosos detalles sobre el método empleado para morir, como la cantidad de gramos de un determinado medicamento o incluso el nombre del mismo”…
Una buena forma de abordar esta problemática es la difusión de los métodos de prevención. “Las familias, los amigos, los compañeros del colegio o el trabajo deberían identificar las primeras señales de que algo no va bien, para evitar el conflicto a tiempo», señala el profesor de Psiquiatría de la Universidad de Nueva York, Luis Rojas Marcos.
“No todo el mundo que se siente triste en algún momento de su vida tiene ideas autodestructivas. Pero indicadores como cambios bruscos en el estado de ánimo, disminución del apetito, apatía o ataques de ansiedad deberían ser atendidos. «Eso de pensar que por preguntarle a un chico si tiene ideas suicidas se le está dando ideas es un error. Los psiquiatras lo hacemos como forma de evaluar el riesgo potencial. Les preguntamos a qué se refieren con que ‘la vida no merece la pena’, o que ‘están cansados de vivir’, y trabajamos para mostrarles que siempre hay solución», añade Rojas Marcos.
La Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) señala el peligro que el bullying -acoso escolar- puede tener a medio y largo plazo entre los menores. En el teléfono de la Fundación, un equipo de profesionales está disponible de forma confidencial y gratuita las 24 horas del día para cualquiera que necesite ser escuchado, sea cuál sea el problema.
«En los últimos años hemos visto que a través de la Línea del Menor están aumentado las consultas referidas a violencia escolar. Y también nos llaman los padres preocupados por ese tema. El bullying provoca inseguridad, baja autoestima, sentimiento de rechazo, soledad, depresión y los niños pueden llegar a somatizarlo, desembocando en ansiedad y trastornos psicológicos. Pero el acoso no es el único motivo de depresión, otros llaman porque sufren abusos, maltrato familiar, embarazos no deseados, problemas de trastornos alimenticios…», describe Benjamín Ballesteros.
También el Teléfono de la Esperanza (www.telefonodelaesperanza.org) se ha encontrado con casos de llamadas desesperadas que precisamente por su confidencialidad no han podido evitar a tiempo la tragedia. «Sólo sucede de vez en cuando y son casos extremos, cuando la persona ya ha decidido matarse y sólo llama porque no quiere morir sola. Es muy duro, pero aquí no podemos hacer nada porque la confidencialidad nos impide localizar la llamada, así que tampoco podemos mandar a la policía o a una ambulancia. Sólo les hablamos y escuchamos, mientras se nota cómo la voz va embotándose por la sobredosis de pastillas, por ejemplo, hasta que deja de hablar», comenta Fernando Alberca, trabajador del Teléfono.
Desde el año 2000 han recibido 237.412 llamadas, de las cuales un 5,5% fueron realizadas por personas que tenían ideas autolíticas o un suicidio en curso. Sin embargo, la gran mayoría de las consultas encuentran el apoyo suficiente para salir de la crisis e incluso disponen de servicios complementarios que se ofrecen en las sedes de esta ONG.
Los comentarios están cerrados.