LA DORREGO

Favaloro, entre Bahía Blanca y Jacinto Arauz / Sensaciones en vísperas del estreno

Escrito en Facebook por Néstor Machiavelli

Como diría Violeta Parra, doy gracias a la vida que me ha dado tanto. Cronista y testigo de sucesos argentinos para todos los gustos y disgustos; trotamundos en coberturas callejeras, palacios y trincheras. Viajes con presidentes y junto a ellos en lugares infranqueables, habitados por hombres poderosos que deciden el destino del planeta. Respiré profundo dentro del salón Oval de la Casa Blanca donde Bush padre se abrazó con Menem; con él ingresé al Kremlin y conocí a Gorvachov ; fui testigo en el Palacio del Pueblo de Pekín cuando Alfonsín extendió la mano al histórico líder chino Deng Xiaoping.

La profesión me llevó al interior del Palacio de La Zarzuela en Madrid para recibir un reconocido premio al periodismo de manos del Rey Juan Carlos. Jugamos con fuego en la guerra de los Balcanes, muy cerca del infierno que fue Sarajevo. Alli para el ciclo Edición Plus de Telefé entrevisté al carapintada argentino prófugo de la justicia que era influyente coronel del ejercito croata ; viajé a Sudáfrica a entrevistar a otro prófugo, un teniente coronel acusado de vender ilegalmente armas argentinas a países en guerra. Más cerca, en San Bernardo, al borde del Atlántico el reportaje a Gorriarán Merlo, el jefe guerrillero que llevaba 20 años en la clandestinidad.

Coberturas inolvidables, historias irrepetibles. Pero a este álbum de cronista todoterreno le faltaba una figurita. Ni la más difícil, ni la que no se consigue. Para nada, era la que durante años soñamos y se hizo realidad. Para hacerlo necesitábamos músculo, que no fueran de brazos y piernas, el músculo del corazón.
Lo encaramos como trabajo, pero lo que nos movía era mezcla de tributo y admiración por el médico que con un disparo desesperado aquella tarde de domingo de julio del 2000 también a nosotros nos atravesó el corazón.
Estamos a horas del estreno, será el próximo martes a las 19,30, en el auditorio de la Biblioteca Rivadavia en la Av Colón 31 de Bahía Blanca.

Fueron casi diez meses de emociones, de búsqueda de información, de filmaciones en Arauz y Bahía, y a medida que avanzábamos aparecían datos reveladores, muchos más de lo que al comienzo imaginamos.

De tanto ver y leer sobre su vida, me quedan dos cosas grabadas que suscribo al pie de la letra: la emoción a flor de piel que expresaba con lágrimas y la fascinación por los atardeceres. Por eso aquí va un anticipo del documental, casi en la despedida, donde se refiere al placer que le producía la diaria despedida del sol en el horizonte.
Placer por “esas pequeñas cosas”, palabra de Favaloro. (27-07-23).

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