LA DORREGO

En el ojo del huracán

POR NÉSTOR MACHIAVELLI (*)

El semáforo en amarillo puede volver a rojo si las cifras de enfermos y muertos sigue en ascenso empinado y no se descarta que en las próximas horas el Presidente decida la vuelta a la fase más dura de la cuarentena.

Los contagios y muertos de ayer confirman que entramos en el ojo del huracán, días y semanas difíciles, llegando a la cumbre, al pico de la pandemia.

Es cierto que no es lo mismo el área metropolitana que el resto del país, que hay provincias y ciudades sin casos, que miran de lejos la pandemia y en buena hora, pero los muertos son de todos, y la crisis económica también.

El Jefe de asesores del Ministerio de Salud de la provincia asegura que si no cambia el rumbo y se fortalece el aislamiento, en 30 o 40 días los hospitales quedarán sin camas disponibles en terapia intensiva.

Buenos Aires –explicó- tiene cerca de 20000 camas hospitalarias y el 40% están ocupadas. Y hay 4.700 de terapia intensiva, con el mismo porcentaje de ocupación.

El partido está complicado, diría un futbolero, el técnico arenga a los jugadores (a nosotros), nos dice que aguantemos que falta poco. Traduciendo, que ahora más que nunca hay que quedarse adentro porque el virus anda suelto por la calle, descontrolado y al acecho.

Un dato elocuente lo confirma: en los últimos hisopados en la Capital Federal el 50 por ciento fueron positivos. Es lo se llama circulación comunitaria del virus.

Con el mismo idioma futbolero, el médico y asesor presidencial Luis Cámera, reconoce que el coronavirus desorienta a los expertos. Es Maradona, Pele y Messi juntos y nos gambetea para todos lados, grafica.

El pico se aproxima en el peor momento, nos encuentra con el caballo cansado de andar todo el otoño en cuarentena. Camino que se hace largo, sin saber cuánto falta para llegar al mundo que viene y que se describe con el eufemismo de “la nueva normalidad”.

Cuando Italia, España y otros países europeos encendieron la alarma, acá en buena hora se escuchó y reaccionamos a tiempo, nos anticipamos. Aun era verano, el 19 de marzo se estableció la cuarentena dura, estricta, que así fue en los primeros quince días y después aflojó.

El acierto y los resultados de la medida están a la vista: cuando comenzó el conteo de muertes, Argentina tenía 2 y Brasil 6. Hoy tenemos 765 y Brasil 41000.

Algo hicimos bien para evitar tantas muertes y tanto dolor.

Y era inevitable que comenzara a crujir la economía en un país con enfermedades crónicas preexistentes: inflación, endeudamiento, pobreza estructural que viene lejos, responsabilidad de todos los que gobernaron desde el regreso de la democracia.

La cuarentena es menos dura para los que tiene espalda ancha para soportarla, conservan el trabajo o disponen de reservas. Pero otros la padecen, la pasan muy mal, están desocupados, sin ingresos y la heladera vacía. Estos son datos oficiales: 12 millones de personas se alimentan diariamente con bolsones que les provee el Estado. Al principio la recibían familias de barrios vulnerables y con el paso de los días se fueron sumando familias de clase media baja y de trabajadores temporarios o sin trabajo registrado que no llegan a fin de mes.

Aquí y ahora estamos del otro lado de la ladera del verano que asoma en el hemisferio norte y con la epidemia en baja, mientras nosotros escalando, cerca del pico, cansados y con todo el invierno por delante.

Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio, dice Serrat. Lo que nos pasa es para sentarse a escribir una novela o el guión de una serie de TV. En realidad ya hay libros y están a la venta por internet. La duda es si esos libros, películas o series por rodarse despertarán interés de lectores y televidentes. No siempre apasionan contenidos de dramas recientes, soportados en carne propia o aun lejanos en el tiempo pero que nunca cicatrizan.

Pasó con “Vientos de agua”, de Juan José Campanella, filmada en España y Argentina, de inmigrantes llegados con los puesto al puerto de Buenos Aires después de la primera guerra mundial.

Una gran miniserie, hoy disponible en Netflix, pero que por el bajo ráting duró poco en el prime time de la televisión española. Una de las explicaciones es que no atraen historias propias de dolores y desprendimientos, de inmigrantes o emigrantes, según del lado del océano que se las mire.

Lo mismo ocurrió aquí con de “Memorias del Saqueo” la película testimonial de Pino Solanas que filmó cámara en mano durante episodios del 2001 y que se estrenó al poco tiempo de los días de furia. No le fue bien en los cines y lo recuerdo bien, porque decidí no ir a verla, dejarla para más adelante. Temía recrear desde la butaca imágenes que había visto y vivido un rato antes en calle, a la salida del cine.

Y aunque cuesta encontrar buenas noticias para el final aquí va una. Los desarrolladores que trabajan en la obtención de la vacuna están preocupados, alertan que enfrentan un grave problema: los focos del virus en los países donde se experimenta, Gran Bretaña, China, Estados Unidos, se achican, retroceden contagios y el número de pacientes. Eso les complica determinar la efectividad y podría postergar la llegada de la vacuna.

Que se demore porque hay menos contagio y enfermos es buena noticia.

Eso acá no pasa, todo lo contrario, pero confirma que siempre que llovió paró, que aunque no lo veamos el sol siempre está y esa es nuestra esperanza.

(*) COLUMNA DEL PERIODISTA DORREGUENSE EN EL PROGRAMA BIENVENIDOS POR LU 2.

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