Trotta, el que se borró y volvió dibujado
Offside y mutis. Regreso sin gloria. Sobrevida por necesidad y urgencia del presidente sin tropa. Santa María, garante en el albertismo que no para de nacer.
Por Diego Genoud / Nota publicada en Letra P
Volvió del silencio y de esa zona oscura en la que el nombre de un ministro queda asociado a la palabra renuncia. Célula original del riñón albertista, Nicolás Trotta sufrió como nadie en el gobierno el temblor que provocó el decreto de Alberto Fernández que suspendió las clases presenciales en el AMBA. Aturdido por el giro imprevisto del Presidente, desinformado y sin tiempo a nada, el ministro de Educación entró durante una semana larga en el túnel de la ausencia y se refugió en el perfil bajo en el momento en que se desataba la confrontación más fuerte con Horacio Rodríguez Larreta y la oposición unificada.
El 14 de abril quedó marcado en el calendario personal de Trotta como el día en que el Presidente lo vació de autoridad. El anuncio en cadena nacional del retorno a la modalidad virtual durante dos semanas lo encontró mal parado. Hasta ese momento y de acuerdo a lo consensuado con Fernández y los representantes de las provincias en el Consejo Federal de Educación, Trotta se había enfrentado a los docentes que pedían cortar la presencialidad por el aumento de los contagios.
Sin embargo, la segunda ola, la cifra escalofriante de 60 mil víctimas mortales, la amenaza creciente de la falta de camas y la dificultad para acelerar con el operativo de vacunación obligaron a Fernández a desdecirse de mala manera. Sobre todo, porque ni la tropa propia estaba enterada, en un ejemplo más de un gobierno disfuncional que sobrelleva como puede la emergencia permanente. Trotta sintió el golpe, uno más de los que ya lo tienen machucado, pero finalmente recuperó el contacto con su antiguo jefe y sobrevivió reseteado para enfrentar la política irresponsable del alcalde porteño.
El ministro eligió Página 12, la nave insignia del viejo progresismo que hoy es propiedad de su amigo Víctor Santa María, para ensayar el regreso sin gloria. “Le habíamos planteado al Presidente otras alternativas, pero las decisiones, por supuesto, las adopta él y el tiempo está reflejando lo que decía. Tenía una mirada de enorme preocupación por lo que estaba ocurriendo en el AMBA y creía que había que tomar una medida rápida y drástica, para poder disminuir la circulación y contener la vorágine de crecimiento de casos ante la saturación de camas”, dijo.
De la galera salió lo que asoma como una solución intermedia después del fabuloso derroche de pirotecnia entre la Nación y la Ciudad: “Presencialidades administradas”, el último eufemismo dentro del aluvión mediático que vino a profundizar la pandemia y sirve para licuar el interminable ida y vuelta de la política; producto de la urgencia que lo amerita, producto de circunstancias cambiantes y producto también de la falta de claridad a la hora de tomar decisiones en un contexto crítico.
Soldado de Santa María, Trotta estuvo ausente durante los casi diez días de máxima polarización con Larreta, en los que se mezclaron la desesperación del Gobierno y el oportunismo de la oposición; una guerra de datos en base a casos concretos, ejemplos internacionales y estudios científicos a la carta, mientras explota el transporte, los bares se mantienen abiertos y la producción no para. ¿Cómo sobrevivió en el cargo? En el oficialismo, cada quien atribuye a lo que considera: la necesidad de Alberto Fernández de no ceder a un hombre de su -reducido- espacio en pleno choque con Larreta, la relación larga que los une y/o la dificultad para encontrar un reemplazante que encastre en el rompecabezas del Frente de Todos.
Entre Víctor y Alberto
El decreto del Presidente no sólo desautorizó a su ministro de Educación, sino que, además, lo dejó sin uno de sus principales respaldos dentro del andamiaje de gobierno. La historia es larga y prematura. El precoz Trotta asomó a la política en la segunda mitad de los años noventa de la mano de Gustavo Beliz. En 1997, con apenas 22 años, debutó en la gestión pública como jefe de asesores de la presidencia del bloque de Nueva Dirigencia en la Legislatura porteña. En esos años conoció a Francisco “Pancho” Meritello, el cuñado de Beliz que hoy es secretario de Medios y conforma con Trotta y Santa María un islote de poder dentro del frente panperonista. Junto con Fernández, todos formaron parte de la epopeya que dio origen a la alianza Cavallo-Beliz en el año 2000, el desesperado intento del PJ no menemista por alumbrar una alternativa que de progresista no tenía nada. Fue hace dos décadas, un pecado de juventud que sólo sobrevive en Google pero explica todavía tanto las opciones como los comportamientos de parte del elenco albertista.
La caída en desgracia del proyecto “Beliz jefe de Gobierno” frente a la oferta aliancista que encabezaba Aníbal Ibarra coincidió con el ciclo de mayor protagonismo de Fernández y Trotta mudo rápidamente de campamento detrás del ahora presidente. Entre 2004 y 2008, dirigió la Escuela Nacional de Gobierno dentro de la de Jefatura de Gabinete de Ministros. Eran tiempos en que Alberto lo promocionaba dentro del gobierno de Néstor Kirchner como una joven promesa. Por aquel entonces, Trotta se arriesgó incluso a formatear el antecedente no reconocido y sin fondos de La Cámpora, los llamados “Jóvenes K”, que tenían un perfil más técnico que militante y no llegaron jamás a trascender el rótulo de burócratas. Sin embargo, ahí tributaban valores de una nueva generación del peronismo entre los que sobresalía Federico Saravia, el hijo de Matilde Menéndez que más tarde daría el salto hacia las filas de Martin Lousteau. Todo duró poco, entre otras razones, porque el conflicto con el campo hizo volar por los aires a Fernández y abrió paso a la larga década de distanciamiento con Cristina Kirchner.
Trotta permaneció hasta 2009 como subsecretario de Tecnologías de Gestión de la Secretaría de la Gestión Pública, donde tenía a cargo la Oficina Nacional de Tecnologías de la Información y de la Oficina Nacional de Contrataciones. Llegó incluso a editar un libro titulado “Argentina 2020” con prólogo de Alberto y textos de muchos dirigentes que, más tarde, tendrían un protagonismo mayor. Después, víctima de la revancha kirchnerista o resultado de su sentido de autopreservación, se alejó de los primeros planos y se refugió varios años bajo el ala del gobernador Juan Manuel Urtubey.
Gestión UMET
Fue el emprendedor Santa María el que completó el círculo y lo trajo de regreso al peronismo oficial y lo reclutó para su proyecto de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo. Trotta aterrizó como secretario académico y poco después se convirtió en rector de la institución sindical. Desde la UMET, se plegó al proyecto Santa María y lanzó una campaña continental de entrevistas con líderes progresistas; toda una ruptura con aquel pasado filocavallista pero, también, con sus antecedentes familiares. En lo político, formó parte del espacio de dirigentes que se proponían la unidad del peronismo desde las instalaciones del jefe del SUTERH: Fernández, Agustín Rossi, Felipe Solá, Daniel Filmus y Fernando Navarro. El protoalbertista Trotta, que apostaba por el proyecto presidencial de Felipe, estaba en la larga lista de los que jamás se imaginaron que Alberto podía ser el sucesor de Mauricio Macri, pero el dedo de Cristina cambió todo y, poco después, Fernández tuvo la necesidad de armar un gabinete de ministros.
Graduado como abogado en la Universidad de Belgrano y con el solo antecedente educativo de su paso por la UMET de Santa María, Trotta dio el salto. Por esas cosas del raro orden albertista, su número dos era Adriana Puiggrós, una pedagoga del peronismo que dedicó toda su vida a la educación pero no cuadraba en el tono moderado que se le pretendía dar al área. El flamante ministro armó un equipo heterogéneo, con varios colaboradores que surgieron de la cantera de la UMET, como su jefe de Gabinete, el jujeño Matías Novoa Haidar o su secretario de Cooperación Educativa, Pablo Gentili, el ex-CLACSO que salió en 2019 como producto de exportación para ser asesor de Pablo Iglesias en España y volvió al país en diciembre de 2019 para diluirse en la gestión Trotta. También otras piezas más ligadas al gen republicano como Tomás Liendo, el hijo del excavallista Horacio Liendo, que hoy funciona como subsecretario de Gestión Administrativa del ministerio y había estado a cargo del área de Legales en la UMET. Ese gran tributo a Santa María en la gestión tiene consecuencias directas: Trotta hereda también con el inventario de propiedad horizontal a los detractores del dueño de Página 12, como Horacio Verbitsky, quien no solo publicó sobre las offshore del ministro sino que incluso cuestionó a Trotta en alguna de las entrevistas públicas que le hizo a Fernández. (Letra P). (27-04-21).