Millonarios en redes sociales, endeudados en la vida real: la trampa digital que atrapa a los adolescentes
Según un informe de Funiversity, el 80% de los jóvenes apostó online o conoce a alguien que lo hizo en el último año.

En el último tiempo, las plataformas digitales se convirtieron en un escenario de falsas ilusiones. En TikTok, Twitch e Instagram, los videos que prometen volver millonarios sin esfuerzo acumulan millones de vistas. «Invertí desde tu celu y ganá mil dólares en una semana»; «apostá en vivo y multiplicá tu plata» o «cómo dejar de ser empleado y vivir de las apuestas», son algunos de los mensajes que consumen a diario miles de adolescentes en Argentina y Latinoamérica. Detrás de esas promesas, se esconde una realidad preocupante: jóvenes que caen en estafas y se alejan de proyectos sustentados en el estudio y el esfuerzo.
Según un informe reciente, el 80% de los jóvenes apostó online o conoce a alguien que lo hizo en el último año. Sin una educación financiera sólida y sin adultos que orienten esos procesos, las y los adolescentes quedan expuestos a dinámicas de riesgo que pueden derivar en endeudamiento, ansiedad y frustración.
En este contexto, BigBang dialogó con Damián Villaronga, CEO y fundador de Funiversity —una comunidad de aprendizaje tecnológico y habilidades socioemocionales para jóvenes—, quien alertó sobre un fenómeno que atraviesa a quienes comienzan a transitar los desafíos de la adultez: «Hoy los adolescentes tienen una relación temprana, intensa y muchas veces desordenada con el dinero», advirtió y agregó: «Tienen acceso a información y plataformas financieras como nunca antes, pero sin acompañamiento ni criterios sólidos para tomar decisiones. Viven en una paradoja: manejan dinero digital, pero no comprenden del todo su valor».
El problema no es sólo económico, sino también emocional y social. En redes sociales, los influencers que muestran sus supuestos éxitos en apuestas deportivas, criptomonedas o trading capturan la atención de los más jóvenes con mensajes simplificados, edulcorados y peligrosamente seductores. «Apelan directamente a sus emociones: les prometen éxito, libertad y reconocimiento sin esfuerzo. Y en plena etapa de búsqueda de identidad y autonomía, es muy fácil caer en esos relatos», explicó Villaronga.
Según el experto en el tema, a nivel emocional, puede generar ansiedad, frustración y adicción, mientras que, en el plano financiero, «los expone desde muy chicos a dinámicas de riesgo sin herramientas para gestionarlas. A largo plazo, puede generar hábitos dañinos y una comprensión distorsionada del dinero».
Los datos son alarmantes: un 37% de los adolescentes que apuestan online lo hace con frecuencia y el 40% nunca habló en su casa sobre estos riesgos. El impacto, lejos de ser menor, se potencia porque «estos sistemas usan mecanismos similares a los de las redes sociales: recompensas variables, gratificación inmediata, la promesa de control. Pero en realidad, el control no lo tienen ellos», sostuvo Villaronga.
El cerebro adolescente, programado para buscar gratificación instantánea, queda atrapado en estas lógicas de recompensa digital que alimentan comportamientos compulsivos y expectativas irreales. En ese contexto, los influencers cumplen un papel central en la configuración de ilusiones de dinero fácil, asociadas a la fantasía de adquirir grandes lujos: autos de alta gama, joyas y casas en barrios privados son algunas de las pertenencias que prometen, junto a cursos donde enseñan a «llegar» a ese lugar o a través de la promoción de casinos virtuales.
Para Villaronga, «los influencers tienen una influencia enorme, muchas veces mayor que la de educadores o padres, y deberían asumir su responsabilidad. Minimizar riesgos o mostrar solo la parte linda de una apuesta o una inversión especulativa frente a audiencias jóvenes es, como mínimo, irresponsable». Además, propuso que las plataformas digitales refuercen la regulación de estos contenidos, como ocurre con otros temas sensibles: «Si existen advertencias para ciertos videos o contenidos para adultos, también debería haberlas para los mensajes financieros que apuntan a menores sin supervisión».
Estos «vendedores de ilusiones» hablan de «marca personal» como si fuera un rasgo distintivo entre los jóvenes, pero detrás de ese discurso se repite una misma matriz: un pastiche de libros de autoayuda y promesas vacías. No consideran que vender cursos con la promesa de tener un Lamborghini, viajar seguido a Miami o vivir en Dubái sea una estafa o algo inmoral. Basta con dejarse llevar por el algoritmo en cualquier red social para ver cómo cada vez más adolescentes de 15, 16 e incluso 11 años se sumergen en esta narrativa, donde proliferan palabras como «marca personal» y «negocios». La pérdida de dinero pagando estos cursos podría ser apenas un «mal menor» en comparación con algo más grave: un patrón de comportamiento que impulsa a «ir contra el sistema» y abandonar la escuela, la secundaria o la facultad, bajo la falsa idea de que estudiar «no sirve para nada».
Sin educación financiera, no hay defensa
Mientras el foco esta en el riesgo de los mensajes difundido en redes sociales, la falta de educación financiera en las escuelas y en casa profundiza el problema. Aunque más del 60% de los estudiantes tiene una cuenta bancaria o tarjeta, la mayoría desconoce conceptos como intereses, ahorro, planificación o endeudamiento.
Según Villaronga, la solución no está sólo en enseñar números: «La educación financiera no puede tratarse como algo técnico y de adultos. Hay que integrarla desde una perspectiva emocional y adaptada al lenguaje de los chicos. Hablar de cómo administrar su mesada, cómo funciona un crédito o qué significa endeudarse. Y sobre todo, enseñarles a diferir gratificaciones, a tomar decisiones conscientes y a pensar a largo plazo». Con este planteamiento, desde Funiversity, combinan educación financiera con desarrollo socioemocional y pensamiento crítico: «Un adolescente con un propósito claro y buena gestión emocional es menos vulnerable a las trampas del dinero fácil», sostiene.
El CEO remarcó la importancia no sólo de hablar con los jóvenes, sino también dejarlos hacer: «Los adolescentes aprenden haciendo, probando, equivocándose. Por eso es clave incluir dinámicas participativas, proyectos grupales, simulaciones de inversión, análisis de casos reales, creación de presupuestos, etc».
Por último, Damián Villaronga enumeró las señales que deberían alertar a familias y educadores ante la posibilidad de que un adolescente esté involucrado en estas trampas digitales: «Cambios en el humor, uso compulsivo del celular, interés excesivo por ganar dinero rápido, ocultamiento de actividades online o pérdida de dinero sin explicación clara». Y agregó una recomendación: mantener siempre un diálogo abierto, sin juicio.
Detrás de estas conductas no solo hay apuestas ni dinero rápido, sino adolescentes que buscan un lugar en el mundo, que intentan sentirse valiosos, libres y capaces. Sin las herramientas adecuadas para aprender a pensar, a cuestionar y a cuidar de sí mismos, quedarán expuestos a quienes sí saben cómo manipular esos deseos. La urgencia, según coinciden especialistas, está en educar y acompañar antes de que el costo sea demasiado alto. (Big Bang News). (24-04-25).