Día del Médico / La muerte de Horacio Marino Ochoa, el otro tornado
El texto fue escrito por el periodista Néstor Machiavelli en diciembre de 1995.
EL OTRO TORNADO
POR NÉSTOR MACHIAVELLI
Hace un año un cóctel infernal de agua y vientos huracanados destruyó la cara visible de Dorrego, pero la ciudad le puso el pecho al fenómeno: levantó paredes, clavó chapas y plantó semillas por cada árbol caído.
En este diciembre otro tornado abofeteó de medio a medio al pueblo de campaña, pero sin violencia material, golpeando el corazón de cada habitante, comparable con el efecto de una bomba neutrónica, inhumana, que deja todo en pie, menos al hombre.
Este tornado que abatió el alma colectiva de una ciudad lo provocó la muerte de Horacio Marino Ochoa, un médico pediatra de 52 años, que se quedó sin tiempo frente al mar, pescando en la rompiente de Monte Hermoso.
Prácticamente no lo conocí a Horacio, pero podría dibujarlo con los trazos de su humanidad que me han ido dando los que lo conocieron, gente de todas las condiciones sociales, de diferentes credos, abuelos, padres e hijos, vecinos y amigos.
Describo este dolor que lo vivo a la distancia, porque estoy seguro que es el mismo que se sentirá en cada pueblo chico como Dorrego, cuando pierde a un joven pediatra, por cuyas manos pasaron la mayoría de los pibes de la ciudad.
Dicen que Horacio era una persona excepcional, dedicado con pasión a los chicos, un practicante de los derechos humanos que atendía a todos y el que no podía no pagaba.
En una época de conductas torcidas, donde parece que todo se midiera por el valor del mercado, en la otra cara de las miserias de los tiempos modernos, aparece el prototipo de este médico de pueblo, humano y solidario, metido en el corazón de la gente simple de todos los días.
En cada pueblo de campaña, en cada barrio de las grandes ciudades, seguramente habrá ejemplos como Horacio, con un estetoscopio en una mano y la otra libre, siempre dispuesta a la caricia.
Estos médicos nunca mueren. Viven para siempre en el afecto y la memoria cotidiana de la gente. Están.