La ciudad

Walter París: «Para la Iglesia, la aprobación del aborto es un fracaso, pero el fracaso es para volver a comenzar»

“Ya sancionada la ley del aborto, pasado el tiempo, me viene en primer lugar una reflexión: ¿en qué me cambia la existencia de una ley? En realidad, no cambia nada, porque es cierto que el aborto existía. En el fondo, cambia el hecho de que tenemos un país que jurídicamente es más injusto, porque decide que una ley, que se basa en un descarte -como nos dice el Papa Francisco- que se basa en la muerte, termina triunfando”.

La frase corresponde a Walter Paris, cura párroco de nuestra ciudad y de Monte Hermoso.

“Tenemos un país más injusto, para parafrasear por la oposición, en contra de lo que dijo el Presidente, que planteaba un país más justo. No, hoy no es un país más justo, hoy hay un país donde se ha decidido que es legal matar gente”, añadió.

En declaraciones al portal Noticias Monte Hermoso, el religioso destacó: “El hecho de no haber ley del aborto implicaba que teníamos un corpus jurídico que era congruente desde lo constitucional y desde los tratados internacionales, donde se defiende la vida y donde la Argentina suscribía a la defensa de la vida desde la concepción. Utilizando diversos subterfugios, se llega a aprobar la interrupción voluntaria del embarazo poniendo otro tipo de derechos, como por ejemplo el de la salud o el derecho a la autodeterminación sobre el cuerpo por encima del derecho a la vida, algo que comienza a ser peligroso.

“Esto en cuanto a lo dogmático, pero después, en cuanto a la ley, haber tenido la ley desde hace más de 150 años con un aborto penalizado y con un aborto despenalizado en casos excepcionalísimos desde el año 1920, no nos preservó del aborto como realidad. Con la ley no alcanza, no alcanza para que no haya aborto. Sin embargo, la existencia de una ley alcanza para determinar los valores que determinan nuestra conciencia. O sea, realmente es una pregunta que tenemos que hacernos ¿Cuáles son los valores que determinan nuestra autoconciencia?”, amplió.

– ¿A qué se refiere diciendo que “con la ley no alcanza”?

– Digo que haber tenido esta ley hizo también que nos olvidáramos de cultivar el verdadero sentido de la vida, de la familia, del matrimonio, de la sexualidad, por eso digo que con una ley no alcanza. Que el aborto estuviera prohibido en última instancia se reveló insuficiente, como también es insuficiente que con la ley del aborto, se supone que se van a terminar todos los males, y eso no es así. Pero sí hay un punto donde jurídicamente somos un país más injusto, como reflejo de una sociedad donde la muerte se vuelve un criterio.

– Más allá de las presiones políticas y de los movimientos feministas que crecieron mucho en los últimos años, muchos pensaban que en nuestro país iba a ser muy difícil, o imposible, que la ley se aprobara. ¿Cuál cree que es el trasfondo cultural de esta sanción, y qué ha cambiado en nuestro país en relación al valor “sagrado” de la vida?

– Lo que puedo decir con respecto a esto es que la Argentina tiene una antigua tradición de ver la muerte como una conquista. Y lo podemos incluso remontar hasta la conquista del desierto en 1879, donde se celebraba y se festejaba el masacramiento de los pueblos indígenas. Un verdadero genocidio. Me refiero a lo que ocurrió en el sur, independientemente de las cosas y de los argumentos que se han esgrimido históricamente -soy especialista en el tema, lo estudié ampliamente, he estudiado a los juristas que más han desarrollado abundantemente este tema- se celebraba el asesinato de los indígenas pero antes se los ha despersonalizado. Pasaron cosas terribles en la Patagonia y en el norte argentino con los indígenas, y eso se celebró como una conquista, basados en el darwinismo social una ideología racista sostenida por todo el campo intelectual del país y del mundo, semejante a la ideología del género. Bueno, hoy también se celebra el aborto como una conquista, como si fuera una hazaña matar, matar la vida en el seno materno.

Y entonces, hoy como ayer, está la discusión de si es persona, no es persona, lo mismo que pasaba con los indígenas. Pero en el Código Civil vigente dice que se es persona desde la concepción. No solamente es que es vida, es persona.

Realmente hay una gran contradicción en todo este proceso, reduciendo la persona y la vida de una persona, al deseo del otro. Entonces, en función de eso, si yo deseo o no deseo, cuando deje de desear a alguien, lo puedo matar. Es un tema muy complejo desde ya. Ciertamente es una gran claudicación ética, y muy dolorosa. Pero lo peor es que se festeja la muerte. Y la Argentina, como les decía, tiene una tradición muy larga festejando la muerte incluso en décadas muy próximas pasadas. La muerte de lo que molesta, la muerte de lo que entorpece, la muerte de lo diferente, etc. Y de hecho, si vamos al caso, el festejo de la muerte se transforma como en una manera de entrar, en un contrapunto ideológico con los demás, con los opositores. Y esto es un contrapunto histórico, ¿no?

– Desde el punto de vista más humano, ¿Qué cree que cambió respecto al sentido de la vida como algo dado, como un don, que es propio de la herencia cristiana de nuestro pueblo? ¿Se ha perdido ese sentido? ¿Cuál es su reflexión al respecto?

– La pregunta de fondo es si la persona puede ser amada de manera incondicional o no, porque si está sujeta a nuestro deseo, no es amada de manera incondicional. Si está sujeta a las circunstancias, no es amada de manera incondicional. Y todos los seres humanos deseamos ser amados de forma incondicional. Y si yo te sujeto a las circunstancias, entonces ya dejo de amarte, porque el amor que no es incondicional en el fondo deja de ser amor.

El amor verdadero tiene que ser gratuito, inmotivado e incondicional, si no, deja de ser amor y te transformás en un instrumento de satisfacción. Podrás satisfacer mis necesidades, podrás darme muchas cosas, pero el amor tiene que ser gratuito. Y para ser gratuito tiene que ser incondicional e inmotivado. Te amo porque sí, porque te amo. Y vos sos sujeto de mi amor porque sí y no porque te deseo, porque tengo ganas. Una persona no es un objeto, es un fin en sí mismo. Y me exige, me exige la entrega de mi persona. La exigencia de la persona en este caso se argumenta al revés. Entonces lo que está en crisis es toda la manera en cómo vivimos las relaciones humanas que han dejado de ser gratuitas. Este es otro tema importante que altera las relaciones humanas porque las transforman en un objeto de satisfacción y no de gratuidad y donación. Y ningún ser humano puede ser tratado como objeto, sino siempre como un fin, como un sujeto.

Tal vez ahora se plantea un desafío, porque tenemos un país donde voluntariamente se puede eliminar un embarazo. Se puede eliminar a un bebé en la panza de la madre. Bueno, hay algunas restricciones, pero en última instancia se puede y está autorizado por la ley. Ya dejó no sólo de ser delito, sino que lo hace gratis en el hospital porque es un derecho, se festeja la ampliación de un derecho a administrar la muerte.

-¿Cómo se ha vivido esta aprobación del aborto en el interior de la Iglesia? Muchos cristianos, especialmente algunos jóvenes pertenecientes a grupos católicos, están de acuerdo con el aborto legal.

– El punto de fondo es que esto no cayó del cielo. Esto fue un proceso que se fue gestando y del cual nosotros como Iglesia no estamos ajenos. Por lo tanto, tenemos que volver a proponer el trípode entre amor, esponsalidad y sexualidad. El amor como el centro de la relación varón-mujer, y este amor como donación mutua y perpetua, abierta a la vida, como lo plantea San Pablo VI en Humane Vite.

Porque, en última instancia también creo que hay una iglesia que se sintió moderna y se olvidó de seguir proponiendo la belleza del amor esponsal y de la nupcialidad del amor cristiano. Y por lo tanto, se vuelve un desafío volver a proponer y entusiasmar el corazón de las generaciones jóvenes con el sentido de este tipo de amor, generación de la vida y sexualidad que están unidos indisolublemente y a su vez el sentido de la virginidad como la disponibilidad al plan de Dios, y no como esa forma espuria de reducción a lo meramente sexual. Es decir, la virginidad como la apertura a la relación con Dios como satisfacción de plenitud para la vida del ser humano, del cual es modelo la Santísima Virgen María. Porque lo que se opone al aborto no es la defensa de la vida; lo que se opone al aborto es la virginidad, que es la disponibilidad total al plan de Dios. Porque al ser disponible al plan de Dios recibo no solamente la vida, recibo toda la realidad que Dios me mande, porque también en la virginidad recibo a mis padres cuando sean ancianos.

En el fondo el aborto está profundamente unido a la eutanasia, porque así como el aborto es una forma de remover una realidad que se presenta como un obstáculo, la eutanasia también es remover el estorbo de la vejez, el sufrimiento como un obstáculo para la vida, porque no se ve el sufrimiento, el dolor y la vejez como un camino.

– El Papa Francisco se ha mostrado desde siempre con una postura en defensa de la vida desde la concepción, en sintonía con sus predecesores. ¿Ha hecho el Sumo Pontífice alguna llamada al interior de la Iglesia para afrontar la situación actual frente al aborto que está ganando terreno en todo el mundo?

-Frente a todo esto, el camino es volver a Cristo, dice el Papa, volver al Evangelio, volver a la fe, volver a proponer a Cristo desnudo y crudo, volver a proponer el camino, el camino de la belleza de la familia cristiana, volver a proponer todo, todo de nuevo. Esto nos plantea hoy. Podríamos decir que lo que sucede es un fracaso, sí, pero el fracaso es para volver a comenzar. Para darnos cuenta de que nos hemos equivocado en la manera en cómo proponíamos la fe y el plan de Dios respecto a la familia. Porque la Argentina hace años atrás no era un país mayoritariamente abortista, era un país que defendía la vida.

Hay que empezar de nuevo. Ya pasó en la Iglesia, en otras épocas, con otros temas. Y la Iglesia se levantó y volvió a proponer la fe. Pasó con el laicismo, por ejemplo, que fue muy agresivo también a finales del siglo XIX. Muy agresivo. Y sin embargo, la Iglesia siguió proponiendo la fe, siguió educando la fe y se repuso y se repuso.

A mí esto me hace reflexionar mucho, me da tristeza porque realmente vivimos en un país más injusto, o sea, en un lugar donde se sancionó una ley y donde se puede matar. Durante mucho tiempo dimos por descontado que ser madre implicaba dar la vida por los hijos. Hoy ya eso no es así. Ser madre es otra cosa. No me corresponde a mí decirlo, tal vez, pero ser madre sí es otra cosa. Después del aborto es otra cosa. Ya no podemos dar por descontado que ser madre o ser padre es dar la vida por los hijos.

Tenemos que volver a este significado, a este significado de la maternidad con un sentido absoluto de gratuidad y de donación. Y habrá que volver a proponer el Evangelio y hacer una autocrítica de cómo hemos propuesto el Evangelio, de cómo hemos educado a los novios, de cómo hemos educado a las parejas, cómo hemos acompañado a los matrimonios, cómo hemos acompañado a la familia. Porque si no hacemos esa autocrítica, quejarnos del aborto solamente es como quedarnos con el “fenómeno”, para utilizar las palabras del ministro de Salud. Con llevar un pañuelo celeste e ideologizar en contra del aborto y no modificar nuestra relación con la vida, no solucionamos nada. Este es otro tema que tenemos que replantearnos.

Y acá hay algo mucho más profundo, que es la claudicación ética de toda una sociedad y que esto se festeje. Ahonda más profundamente la claudicación ética de nuestra sociedad que tiene un amplísimo espectro, como se puede ver todos los días. Que esto nos ayude a tomar conciencia. (Fuente: Noticias Monte Hermoso). (26-02-21).

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