Existe una ausencia en el coraje que requiere la iniciativa política
Recordando publicación 13 de octubre de 2021, con las actualizaciones del caso en punto muerto.

NOTA ESCRITA POR CARLOS MADERA MURGUI EN EL BLOG TESTIGOS DE PRIVILEGIO
Hace más de cincuenta años, donde hoy se encuentra la municipalidad en la céntrica avenida Álvaro Ricardo Fuertes, existía la emblemática plaza de ejercicios físicos, un lugar de encuentro para niños y adolescentes, que solían tener un tiempo libre más extenso que el actual. Allí había un espacio de recreo con hamacas, pasamanos, toboganes, cancha de básquet y subibajas. Recuerdo que también había una especie de torreta de aproximadamente un metro de alto, construida de material con una válvula, en la que todos calmábamos la sed. En ese entonces, el agua, al igual que la leche y la carne, era parte de una vida diaria en la que los estándares bromatológicos y de salud distaban considerablemente de los conocimientos actuales. El agua se consumía directamente de las canillas domiciliarias, y en casos excepcionales, recuerdo que la municipalidad asistía con un camión tanque ante alguna emergencia en un hogar.
Han pasado tiempos de otro ritmo y velocidad, pero también me parece que hay una diferencia significativa en la consideración hacia la ciudadanía. Hace unos 20 años, más o menos, los habitantes, organizados o bajo la iniciativa de algunos, comenzaron a cuestionar públicamente la calidad del agua que consumíamos. Desde entonces, se ha generado un debate casi histórico en torno a las estimaciones de la OMS, que fueron presentadas por la municipalidad y su área de salud, así como la problemática de la fatídica cuenca acuífera de arsénico que atraviesa toda Argentina. Recuerdo una significativa planta que fue iniciada en dos ocasiones, incluso recibió la visita de la exgobernadora Vidal. Eso desembocó en una recolección de firmas en mesas callejeras, lo que llevó a la decisión de distribuir agua envasada en bidones procesados por el Estado Municipal, mediante el pago de un servicio, con las salvedades de rigor.
Ha pasado mucha agua bajo el puente, y no potable, a expensas de los intereses de la comunidad. Cálculos y proyectos que no se concretaron ni a mediano ni a largo plazo. El agua envasada, por mucho que se busque la excelencia, seguirá siendo siempre una solución temporaria a un problema persistente. Es una obra indudablemente importante pero groseramente dilatada, acompañada de comparaciones con lugares de Europa, donde el agua envasada es la norma, contrastando con la preocupación, velada e invariable, sobre la calidad de vida de todos nosotros por parte de las autoridades.
Han pasado muchos años, en los que la responsabilidad de 4, 5, 10 o 20 personas por no priorizar o no poder abordar esta cuestión no se equipara ni de cerca a las necesidades vitales de toda la población. Pasamos por una pandemia, con todo lo que eso implicó, dolores y privaciones para enfrentar lo desconocido, es cierto, pero no se tomó ninguna medida positiva y concreta para atender la situación de largas colas en la sede de Obras Sanitarias de calle Perón, donde se entrega el agua envasada. Además, se dejó de proporcionar agua en esa sede tras un largo periodo, justo en la Sala Sanitaria Loydi, en el extremo oeste de la ciudad, que se encuentra en una barriada populosa.
La novedad del año es un gigantesco surtidor público, ahora un dispensador, con un par de canillas, donde la población puede servirse a toda hora, satisfaciendo su necesidad en la vereda misma del centro asistencial. Sin embargo, se echa en falta la implementación de medidas sanitarias adecuadas, ya que se dejan de lado las regulaciones que garantizan la higiene, como el lavado y sellado de los bidones. Este retroceso y exclusión son evidentes, afectando no solo a una barriada en particular, sino al destino de toda la comunidad en el intento de avanzar.
Hay una ausente valentía en la iniciativa política que no solo afecta la humanidad de los dirigentes, sean gobernantes o no, sino también la pasividad de la ciudadanía. No hay que esperar lo posible; hay que crearlo. En su momento, la ciudadanía reclamó soluciones que derivaron en la provisión de agua envasada, un recurso temporal que perdura por casi dos décadas. Necesitamos entablar un debate que no nos haga retroceder a soluciones arcaicas. Vivimos en un distrito rural generador de riquezas, enclavado en la provincia de Buenos Aires, algo que se resalta cuando es conveniente.
Cuando se espera un debate constructivo, surgen posturas beligerantes del oficialismo deliberativo al tratar de explicar alguna situación, sumado a la exasperante pasividad opositora, y no hablo como anti política, anti discusión. Es precisamente equitativa y proporcionalmente a la inversa. La carencia de agua potable en red en la ciudad, de hecho es un conflicto, pero nadie lo debería mirar ya, como si nada acurriese. En definitiva, que lo aborden como se les ocurra, pero algo tienen que hacer, aunque sea para ilusionarnos. Frente a todo esto, la desesperanzada expectación comunitaria sobre algo que nunca llega. No somos el ombligo del país, ni siquiera de la región, como se creen algunos, sí, somos personas mayoritariamente encauzadas, deudores de alteraciones sociales como en todos lados, pero la provisión de agua potable como servicio esencial público en condiciones que impone el tiempo que vivimos, además de derecho humano insoslayable , es una obligación social comunitaria que nos debe ocupar prioritariamente y de una vez por todas, nos debemos una acción, todos, que nos saque de esta situación cuasi ignominiosa como pueblo.