La ciudad

“Mamá, ahora ya descansas en paz y dejaste de sufrir, eso me da tranquilad”

NOTA DE ANAHÍ GONZÁLEZ PAU EN LA NUEVA

“Gracias por todo, mamá… te amo”, escribió Guillermo Armendariz Martirena para despedir a su madre, Martha Susana Martirena Ortiz, quien falleció a los 89 años tras una vida dedicada por entero a acompañar y sostener a su hijo.

Conocido en Coronel Dorrego por su labor en el ámbito de la cultura, la fotografía y la prensa, Guillermo quien nació con parálisis cerebral y fue superando obstáculos a lo largo de su vida, compartió en redes y en El Boletín de Guille un emotivo homenaje a su madre, a quien definió como una verdadera guerrera.

Susy, como todos la conocían, fue su sostén y un ejemplo de fuerza de voluntad, ya que afrontó durante muchos años no solo una lucha por mejorar la calidad de vida de su hijo y estar presente para él, sino por recuperar su salud ya que una enfermedad la llevó a estar en diálisis por casi 11 años.

Desde que Guillermo nació ella estuvo a su lado en cada batalla: lo cargó en brazos hasta que caminó a los 7 años, lo llevó a IREL, en Bahía Blanca para sus primeras terapias y luego continuó en SEREL, en Coronel Dorrego, buscó especialistas e incluso, cuando empezó con tratamiento de diálisis no olvidó “mimar” a su querido hijo.

Así recordó Guille los gestos que su madre tenía con él: “Desde el 2014 los días lunes, miércoles y viernes te levantabas a las 4 de la mañana para ir a Bahía a diálisis. Salían a las 5 de la mañana y volvían a las 13. Fueron casi 11 años de madrugar. Me calentabas la leche y la ponías en el termo para que yo no anduviera con la cocina. Me la dejabas preparada para que cuando me levantara la tomara tranquilo”, contó.

También subrayó la tenacidad de Martha quien solo faltó 2 o 3 veces a diálisis en casi 11 años y también en la última semana de vida ya que no estaba en condiciones de viajar porque tenía neumonía.

“Y finalmente esta guerrera de ley que se llamaba Martha Susana Martirena Ortiz (Susy) decidió irse a descansar en paz a los 89 años y ponerle punto final a las batallas, sacrificios y viajes para luchar por su vida y defenderla a toda costa. Se quedó sin fuerza, entregó todo, lo dio todo y se fue con la tranquilidad de haber cumplido”, dijo Guillermo en su honor.

Guille es muy conocido en Coronel Dorrego no solo por su trabajo como fotógrafo, ya que suele retratar a personas del pueblo en sus labores cotidianas, sino porque estuvo muchos años representando al Taller Protegido, casa por casa, enfrentando, al principio su temor a no ser entendido al hablar, ya que padece hipoacusia bilateral.

En cada paso y en cada nueva experiencia su madre siempre estuvo presente.

“Esta gran mujer fue, es y será mi mamá, la que me enseñó a luchar, y a ser fuerte. Hoy ya no está pero me ha preparado para salir adelante en cada situación en la que necesité avanzar para poder seguir, como siempre lo hice”, agregó en su despedida.

Un momento imborrable para Guille

En su homenaje, Guillermo compartió una anécdota de infancia que refleja la lucha cotidiana de su madre frente a los prejuicios. Cuando él tenía 6 o 7 años y ella lo llevaba a upa por el centro de Dorrego, un comerciante le dijo en tono de burla si no pensaba que ya estaba grande para ir así. La respuesta de Susy fue clara y contundente: “Sabe por qué lo llevo a upa? Porque todavía no camina solo”. Esa dignidad y ese coraje, marcaron a su hijo para siempre.

Guillermo ha heredado de su madre la capacidad de superar las peores adversidades. En 2010, además de su cuadro de parálisis cerebral e hipoacusia, sufrió un ACV que redujo aún más su movilidad. Pero lejos de dejarse vencer, siguió adelante.

Fundó El Boletín de Guille, trabajó en el área de Cultura de la Municipalidad e integró el Consejo Municipal de Personas con Discapacidad. Además encontró en la fotografía y en la tecnología dos aliadas para expresar su mirada del mundo.

“Mamá no me va alcanzar la vida para agradecerte todo lo que hiciste por mí, diste tu vida entera por mí y para mí. Estos últimos días de tu vida fueron muy difíciles, fueron momentos de angustia, tristeza, desesperación y también de fe y esperanza pero, entendí que estabas muy cansada”, continuó en la misiva que hizo pública tras el fallecimiento de Susy.

“Fueron más de 59 años y medio los que estuvimos juntos, lamentablemente no vas a estar para mi cumple Nº 60, pero me da tranquilidad que ya no sufrís mas. Ya estas descansando en paz”, dijo.

El momento más duro: la despedida

Con emoción y haciendo todo lo posible por intentar asumir esta gran ausencia Guille narró cómo fueron esos últimos momentos juntos.

“Fue muy rápido, y mucho más a partir de las palabras del Dr. Fabián Zorzano, nuestro médico de cabecera cuando le pregunté cómo estabas y me dijo ‘Mal, muy mal, se está quedando sin fuerza’. Su repuesta fue muy dura pero me dijo la verdad, te acompañé lo que más pude y lo mejor que pude”, añadió.

“Un rato antes de que partieras estuve con vos. Ya no podías hablar, pero me veías porque cuando te di un beso en la frente y te dije: “Gracias por todo mamá, te amo’, vi que te corría una lágrima por la mejilla, y cuando me iba tu mirada me siguió hasta que pasé la puerta. Si vos supieras la fuerza que hice para que no me vieras llorar”, confesó Guillermo.

Apenas unos minutos después la coordinadora del geriátrico y las cuatro chicas que estaban en el turno de ese momento le dieron a Guillermo la noticia más triste de su vida.

“Sentí una mezcla de dolor, paz y tranquilidad. Mamá, ahora ya descansas en paz y dejaste de sufrir, eso me da tranquilad. Gracias por todo, mamá. Te amo”, finalizó.

Un sentido homenaje que nos recuerda la importancia de establecer vínculos honestos, profundos y amorosos desde el ejemplo. Porque una vida con sentido deja marcas que siguen generando impacto en la vida de más personas más allá de la propia existencia.

“Última escala rumbo a los 90 de una gran luchadora”

Guillermo Armendariz Martirena escribió otra carta a su mamá, antes de que ella partiera donde contó su historia de lucha y sacrificio. A continuación se transcribe ese documento que la honra su memoria y es un ejemplo de vida.

“El 21 de Marzo comenzó el otoño y hace 89 años nació la Susy, mi mamá. Aquel otoño de 1936 en la Estancia “La Posta” a unos 8 km de El Perdido nació una niña rubia como un trigal, con ojos celestes, era la 6ta de 7 hermanos, la que creció en el campo, la que fue a la escuela hasta segundo grado en sulky, hasta que sus 5 hermanos mayores egresaron.

Quedaron los 2 más chicos y entonces la abuela “Flora” decidió darles clase ella misma a sus 2 hijos más pequeños con el material que guardó de los 5 hijos mayores y evitar el peligro de ir en sulky. Eran muy chiquitos, es de imaginarse el frío, las heladas, todos bien emponchados, así que hay que imaginarse lo que habrán pasado en ese sulky sin capota haciendo 16 km diarios, soportando también el viento, el calor y el sol.Vivió en el campo con sus padres y su hermano menor ya que todos sus hermanos mayores se habían casado.

Hasta marzo de 1962 que se casó con “Tivo”, su novio aviador que la iba a visitar al campo en avión que a veces la llevaba a dar una vuelta en el avión y desde entonces pasó a vivir en otro campo, hasta que en 1965 cuando se estaba por convertir en madre, se mudó a Coronel Dorrego, donde finalmente el 10 de Noviembre de ese año llegó el tan esperado bebé al que llamaron Guillermo. Pero, al nacer, los médicos no le daban ninguna esperanza de vida, el niño había nacido con parálisis cerebral y apenas pesaba 2 kg.

Ella tenía 29 años cuando dio a luz a su único hijo desde el principio tuvo que aprender a luchar y prepararse para lo que se venía, así que como Guille tenía la edad de empezar a caminar y no arrancaba empezó a ver especialistas viajaron a La Plata. Los llevó un médico amigo de la familia en su auto particular, poco tiempo después Susy con Guille que apenas tenía 2 años se radicaron en Bahía Blanca en la casa de su hermana mayor, para que el pequeño pudiera asistir y rehabilitarse en IREL.

Allí de a poco fue agarrando fuerza y confianza en sus piernas y de esa manera aprendió a dar sus primeros pasos, en IREL, donde asistió alrededor 2 años y luego volvió a Dorrego para continuar la rehabilitación en SEREL y poder ir al Jardín de Infantes. Guille ya tenía casi 5 años y en un tiempo más ese niño rubio de ojos celestes se soltó de las paralelas y siguió caminando solito.

A Susy se le vino el mundo abajo cuando la directora del Jardín le dijo que tenía que mandarlo a la Escuela de Educación Especial Nº 501, mientras tanto ella llevó a Guille a varios especialistas y hasta fueron a Córdoba con la abuela Flora a un famoso curandero de esa época, pero en realidad fueron las garras y la voluntad lo que lo hizo soltar de las paralelas aquel día. Susy lo llevó a upa hasta los 8 o 9 años al Jardín 901, a la Escuela Especial 501, cuando iba a trabajar cobrando las cuotas de varias instituciones, tiempo después lo dejaba en la casa de la familia Diez con la abuela Manuela donde por un largo tiempo se quedaron a cenar y a dormir, es un verdadero placer haber compartido con los tíos postizos y la abuela.

Susy había cumplido su sueño de una madre luchadora de ver a su hijo lograr soltarse de las paralelas y seguir caminando solo para hacer kilómetros y kilómetros por las calles de su amado Dorrego. Cuando Guille tenía 8 o 9 años descubrieron el problema auditivo, y otra vez especialistas, hospitales, médicos y fonoaudiólogas con la Susy. Desde los 11 años Guille ha tenido audífonos de diferentes modelos.

Pero lo que nunca imaginó fue que su hijo iba a lograr semejante hazaña: escaló el Cerro Ventana ¡y llegó! Junto a Andrés Cuesta, Adriana Muzzi, Arturo Carrera y “Chacho” Aldea, Guille logró llegar a 1.136 metros sobre el nivel del mar. Unos años después subió al Cerro del Amor que es un poroto a comparación del otro.

Esa madre se nunca se imaginó que su hijo iba a ser capaz manejarse tan bien con la tecnología y mucho menos que su hijo iba a trabajar en la Municipalidad nada menos que en la Dirección de Cultura y Educación trabajando codo a codo con sus compañeros y al lado de casi todos sus directores.
Guille casi siempre planeó, armó, imaginó, proyectó en silencio; de esa manera cumplió casi todos sus sueños.

La Susy es esa madre que se preparó para luchar con Guille y por Guille, pero no para sorprenderse tanto de Guille.

Se hizo muy fuerte con los golpes de la vida y nunca se rindió. Guille hoy es un eterno agradecido por el apoyo incondicional que recibió de La Susy desde el primer minuto de su vida.

Agradecimientos. Por último, pese al dolor, Guille no olvidó agradecer a los médicos, enfermeras/os, y mucamas del Geriátrico Municipal y del Hospital Municipal de Coronel Dorrego y mencionó su especial agradecimiento a todo el personal de INDIBA (instituto Diálisis Bahía), donde quedaron varios amigos y amigas que ella amó casi desde el primer día y la atendieron de la mejor manera. (12-07-25).

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