Plan de retaguardia

Por Diego Valeriano
Lo que más asombra de este momento político es la falta de una estrategia de retaguardia. Algo, una cosita. Aunque sea un mínimo plan de contingencia, una advertencia a la militancia, algo anímico para los que bancaron tanto de manera genuina. ¿En qué estábamos pensando en todos estos años? Aunque sea un rescate, una astilla, un tipo de entrenamiento para lo que toca. Un territorio amigo donde esconderse por un tiempo. ¿Pensaron que no había vuelto? ¿Que la conducción no se equivoca? ¿Que el amor vence al odio?
Esta falta de preparación no es de ingenuos, no puede serlo, porque ingenuos no son, o no son todos, o no son ellos. Porque ellos sí tienen un plan individual. Un canuto, unos abogados, un silencio, mucho olvido. Ellos tienen un plan. ¿Será la excesiva burocratización de nuestras vidas lo que nos dejó así? Lo que nos dejó acá. Ya lo dijo Vicente Luy, ellos tienen un plan.
De los bondis a la plaza y de la plaza a los bondis y las imágenes de lo real las veíamos por la ventanilla. Bandera, subsidio para redoblante, nombrar todo, un contrato, reunirnos en despachos, volver cansados. Toda esta inflación que le pusimos a nuestras palabras, toda esa deflación en las acciones colectivas. Quisimos creer que todo dura para siempre.
Plata había. Se podía haber armado un pequeño plan de retaguardia. Porque había mucha plata. Podía pasar, se podía perder. Podía pasar, se podían querer vengar. Podía pasar, podía el desamparo volverse cotidiano. Por los heridos, por los pibes, por los meados, se podría haber diseñado un pequeño plan colectivo para enfrentar la derrota. No digo uno grande, ni complejo, digo algo. Acordar lo posible, descartar lo imposible, evitar las giladas. Llamar a las compañeras, evaluar la situación, pensar un plan de evacuación, una deserción táctica. Decir no da, mejor no, no hagas eso, no uses tu auto, no escribas eso. Un manualcito, tres consignas claras, algún cuidado, desconfiar de los jetones.
Porque si por el momento no existe una fuerza que detenga este ataque, que al menos haya una fuerza que cuide, contenga, defienda. No a los que armaron un repliegue individual entre fueros, abogados y negocios. Ellos no necesitan nada. Sino que banque a los que creyeron, a las que delegaron el estado de ánimo, a las que ahora están derrotadas. Algo afectivo que dé cuenta de este momento, algo político que dé cuenta, algo concreto. No es cuestión de abrazar hasta que vuelva alguien, es cuestión de ponerse espalda con espalda. Porque frente al miedo concreto de la persecución y la crueldad, puede ser mucho peor el miedo fantasmal del desierto, del silencio, del desamparo. No digo todo, no digo entrenar con fierros, aprender a armar molotovs, plantar caños, flashear Pindapoy; digo algo: cuidados políticos y personales, explicaciones tácticas, acciones preventivas.
Porque la política, además de todo eso que dicen que es, de todo eso que les gusta decir que es, también es retaguardia, espera, invisibilidad. ¿A dónde van los que necesitan refugio? No digo todo, ni pasar a la clandestinidad, ni acciones heroicas, ni siquiera hacer quilombo si la tocan. ¿A nadie se le ocurrió pensar en organizar por si las dudas en estos años felices? Se empacharon tanto de vanguardia simbólica y no se hicieron un tiempo para armar un modesto plan de retaguardia concreto. (Fuente Panamá Revista).(06-07-25).