La ciudad

135 aniversario: la ciudad que se dio el lujo de recibir a Carlos Gardel y Atahualpa Yupanqui

El arte y la cultura han sido una constante de los dorreguenses. A poco de establecidos, los primeros pobladores buscaron el acercamiento social y eso dio pie a la creación de instituciones abocadas a diferentes manifestaciones artísticas.

Más allá del valioso aporte de estas entidades en la formación de músicos, bailarines, y actores, entre otras expresiones, también esta ciudad fue testigo de la actuación de artistas de fama mundial.

Según se puede leer en el álbum del centenario del distrito de Coronel Dorrego, editado en 1987, “intérpretes y orquestas típicas de renombre llegaron a la ciudad y las crónicas de la época dan cuenta de presentaciones, a partir de 1920, en lugares como el Club Social, el Cine Moderno, Petit Salón, Bar Londres y (el vigente) Teatro Italiano”.

Visitaron la localidad, entre otros, Libertad Lamarque, Mercedes Carné (la “novia” de Buenos Aires), Julio De Caro, Amanda Ledesema, Agustín Magaldi, Azucena Maizani, Juan Carlos Cobián (tenía un hermano en Dorrego, José Cobián), Francisco Canaro con Roberto Maida y otros no menos reconocidos.

Cabe destacar la presencia en la localidad del cantor Carlos Gardelel 23 mayo de 1933. Según mencionan los artículos periodísticos, “la sala del (teatro) Italiano resultó chica para dar cabida a la gran de gente que quería escuchar al popular cantor”.

Ata y la Peña Nativista

Una de las instituciones que más identifican la idiosincrasia y la cultura de Coronel Dorrego es la Peña Nativista y, por lógica extensión, su Fiesta Nacional de las Llanuras.

Todos los años, esta celebración desentraña la raíz e identidad regional del gaucho pampeano, brindando un marco perfecto a la expresión telúrica cumpliendo con la obligación moral que se han impuesto de preservar y proyectar los rasgos que el rostro bonaerense expone.

Durante cada octubre, en la Fiesta de las Llanuras se han alzado voces populares en defensa de las expresiones comunes y cotidianas del habitante del suelo pampeano, lo que se refleja en el despliegue que en cada una de las ediciones se hace de carrozas, en las cuales se representan fielmente las costumbres, elementos de trabajo y pasatiempos que hacen a la esencia de nuestras raíces.

No en vano, Atahualpa Yupanqui llegó varias veces a la celebración, y creó con la Peña un vínculo muy estrecho, especialmente con Pedro Horacio Iribarne, uno de sus históricos dirigentes, con quien Don Ata mantuvo un fluido intercambio epistolar.

Incluso, en una de esas cartas, Yupanqui rechazó un tributo que le pretendían realizar en Coronel Dorrego.
La misiva de Don Ata, fechada en 1.964 y dirigida a Iribarne, decía: “No me siento elegido para ninguna clase de homenaje. Y Tata Dios sabe que digo la verdad, me imagino en una cabecera, y casi le diría que me causa risa verme objeto de lisonjas y amabilidades, y homenajeado por el solo hecho de haber seguido el rumbo de mi vocación. Y por ser vocación, precisamente, es tan fácil, tan grato, tan natural”.

La carta del artista concluía sugiriendo otro tipo de homenaje.

«Pialen un ternero y churrasqueen en un galpón viejo. Yo estaré con usted, con ustedes, como un amigo más. Y que no se enteren los diarios ni los fifíes, entre corte y corte de un costillar nos miraremos con el rabo de los ojos, sabiendo todos por qué y para qué estamos”. Sencillo, como todos los grandes. (09-04-25).

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