Tenemos que hablar de la (in)seguridad vial
Alrededor de 6 mil personas por año mueren en Argentina en siniestros de tránsito y, al contrario de lo que sucede en otros países, dicha cifra se mantiene estable con el paso del tiempo. ¿Y en otros países?

Por Fernando Bercovich (*)
El domingo pasado el periodista y productor televisivo Eugenio Veppo atropelló a dos agentes de tránsito del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, al intentar evitar un control de alcoholemia. Cinthia Choque falleció en el acto y su compañero, Santiago Siciliano, resultó gravemente herido.
Al día siguiente, los compañeros de la mujer de 27 años realizaron protestas para denunciar las malas condiciones laborales en las que desempeñan sus tareas los agentes de tránsito y seguridad vial porteños. Se difundió entonces que los trabajadores se encuentran contratados como monotributistas a pesar de prestar un servicio que los coloca claramente en una relación de dependencia. Cinthia le facturaba al gobierno porteño hacía tres años y muchos de sus compañeros trabajan en esas condiciones hace seis. “Es algo a revisar”, se limitó a declarar el secretario de Transporte de la Ciudad, Juan José Méndez, cuando le preguntaron sobre el tema.
La precarización de los agentes de tránsito no es moneda corriente en otros países del mundo ni de la región. En Montevideo, por ejemplo, los agentes cobran un salario promedio del equivalente a 55 mil pesos argentinos y en la ciudad de San Pablo cerca de 50 mil. Sólo hace falta haber terminado el secundario para postularse y en ambos casos se trata de contrataciones formales.
La muerte de Cinthia reavivó un debate más amplio acerca de la seguridad vial que surge cada vez que suceden este tipo de hechos. Según cifras del SAME, las muertes en siniestros viales en la ciudad de Buenos Aires muestran una tendencia creciente en el último lustro. En 2010, sin contar a las víctimas que mueren en días posteriores por heridas causadas en el incidente, murieron 48 personas. En 2016 se registró el techo de la serie con 137 víctimas, casi el triple.
Una particularidad que llama la atención, aunque tiene mucho sentido, es que las principales víctimas de los incidente de tránsito no son los automovilistas sino los peatones y, en segundo orden, los motociclistas. Del total de víctimas de 2018 más del 84% fueron lo que se denomina “usuarios vulnerables” (peatones, ciclistas y motociclistas).
A nivel nacional las cifras también son alarmantes. En Argentina se mueren alrededor de 6 mil personas por año (13 cada 100 mil habitantes) en siniestros viales y, al contrario de lo que sucede en otros países, dicha cifra se mantiene estable hace años. Es la principal causa de muerte en menores de 35 años. A esto se le suman, según cifras de 2017, 120 mil heridos de distinto grado, miles de los cuales quedan con alguna discapacidad.
En términos relativos a la región, si bien estamos mejor que Brasil, cuya tasa es de 24 cada 100 mil, estamos mucho peor que Chile, que ha reducido su tasa desde una muy similar a la de Argentina hasta llegar a 8 víctimas fatales cada 100 mil habitantes en 2017. Si nos comparamos con países europeos como España -donde la tasa es del 3,9- todo es más desalentador. Las muertes en incidentes de tránsito afectan mucho más a los países de ingresos medios o bajos que a las economías más desarrolladas. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, mientras que los primeros poseen el 60% de los autos a nivel mundial, es en los segundos donde se producen más del 93% de las muertes relacionadas con siniestros viales.
De acuerdo con el especialista en seguridad vial Pablo Martínez Carignano, el modelo a seguir es España, “que tenía uno de los peores índices de la Unión Europea y en diez años (2001-2010) bajó los muertos a la mitad”. También Nueva Zelanda pudo reducir en un 50% las víctimas fatales en incidentes viales. El responsable, según cuentan, fue el Inspector Dave Cliff, quien fue el jefe de la policía de su país. Antes de alcanzar el cargo Cliff se había recibido de psicólogo pero en lugar de usar su conocimiento para estudiar mentes criminales lo usó para desarrollar el “Safe System”, un sistema que previene siniestros de tránsito basándose en bajar velocidades máximas y crear caminos y entornos seguros, aplicando controles muy estrictos.
Una solución española
Tanto en España como en Chile lograron alcanzar sus logros a partir de dos elementos. El primero es la dificultad para obtener la licencia. Chile pasó de una tasa de rechazo del 1% en la primera licencia al 40%. El otro elemento es el registro por puntos. En ambos países se dieron cuenta de que las multas afectan a una porción baja de la población -los más pobres- pero que lo que verdaderamente temen los conductores es perder la licencia.
Este último punto sí se cumple en la ciudad de Buenos Aires pero el número de víctimas fatales no se reduce ya que, tal como señala Martínez Carignano, “las suspensiones son algo remotísimo”. Al ser consultado por Cenital, sostiene que “la estrategia de alto impacto para reducir la siniestralidad pasa por el control permanente de los principales factores de riesgo (velocidad, alcohol, cinturón, casco, dispositivos de retención infantil y uso de celular), con suspensión temporal o definitiva de la licencia”.
“El descuento de puntos requiere que se detenga al infractor y se lo identifique en el acta de comprobación al momento del hecho. Como el 95% de las infracciones son fotomultas, este requisito no se cumple y con ello el sistema de puntos queda resentido”. explica el especialista en seguridad vial.
Con respecto a las políticas a largo plazo, Martínez Carignano, como varias ONGs que abordan la problemática, señala que hay que apuntar a incorporar la educación vial a la educación formal desde la infancia pero también promover que las personas usen menos el auto. Para lograr eso, coinciden, hace falta mejorar mucho el transporte público intraurbano -más y mejor subte y carriles exclusivos en todas las avenidas- así como también el transporte entre ciudades. “La opción casi única es el uso de las rutas con autos o micros, ya que el tren es una opción insalubre (19 horas a Córdoba y 32 a Tucumán desde Retiro) que no se mejora”, remarca Martínez Carignano.
Otro de los elementos clave para desalentar el uso del auto es, según los especialistas, alentar el de la bicicleta: aumentar la cantidad y la calidad de las ciclovías así como alentar el uso multimodal con el transporte público a través de guarderías gratuitas en las terminales de tren y en oficinas públicas o grandes empresas. En la mayoría de las ciudades argentinas esta realidad es aún muy lejana.
(*) Publicado en www.cenital.com