Política

(CON AUDIO) La flor del Cardo, Utopía Pampa

POR FABIÁN BARDA

Hoy, 28 de julio de 2018, se cumplen 63 años de la fundación de la Peña Nativista de Coronel Dorrego.

Si hay dos símbolos que representan la historia de esta institución tradicionalista son “la Simbiosis Pampa” y “La Flor del Cardo”, ambas sintetizan el ideario, el imaginario, el proyecto y el sueño del “alma mater” del tradicionalismo surero: Pedro Horacio Iribarne.

La simbiosis pampa, creación del artista plástico Dorreguero Raúl
Franceschini, surgió “casi anónimamente un gajo de este mismo árbol delineó sobre un papel gastado, sobre un gastado escritorio nuestra “Simbiosis Pampa”.

Fue así…. debía ser así, porque no hay forma de expresar lo nuestro sino viene de la entraña misma de nuestro pueblo, sino está acompañada por el abono necesario que dan las profundas convicciones.

Esta simbiosis representa no solo lo que fuimos, lo que somos sino también el porvenir. Tiene la esencia de vincularse con nuestro génesis, buscando nuestras raíces, no en elucubraciones metafísicas sino en la historia, el simple reductor en que los pueblos se construyen a su imagen y semejanza.

También nosotros como pueblo hemos padecido durante mucho tiempo interpretaciones erróneas o parciales con respecto a nuestro origen. Pueblo surgido a la vera del ferrocarril, pueblo integrado al concierto de la Pampa Gringa, son solo contribuciones muy parciales.

Como sostienen hoy sólidas interpretaciones: “la creación del partido de Coronel Dorrego era parte inherente del proceso más general del avance de la frontera en la provincia de Buenos Aires….la historia de la región pampeana argentina es también una historia de frontera, aunque esa perspectiva no haya sido muy fecunda en la historiografía nacional”.

Esa frontera no es ni más ni menos que “espacios, lugares, tanto físico como simbólicos, donde las culturas luchan y compiten, conviven o se interrelacionan… y su carácter móvil y abierto las convierte en el lugar de las oportunidades”.

Era el límite entre dos mundos: el del gaucho y el del indio. Ese límite que comienza a borrarse para hacer del pago, de la regionalidad que incluya ese lugar de oportunidades, muchas veces huérfano de su identidad.

Entonces, esta simbiosis viene a llenar un lugar vacío en nuestra simbología, conteniendo un claro mensaje que trasciende el de asumir lo que somos y de dónde venimos. Es también lo que queremos ser.
Simbiosis como la utopía a construir colectivamente. A recuperar el sentido de hacer de este, nuestro lugar, un lugar en el que valga la pena vivir que se convierta en la oportunidad para las futuras generaciones.

La tarea no es fácil porque del mismo modo en que el mundo del gaucho y del indio fueron negados. Hoy en un mundo globalizado, interconectado, sobrecomunicado existen negaciones.

Aparece otro de los símbolos de la «pampeanía»: la flor del cardo, que de reivindicada como ícono de este lugar de la tierra, pasará a ser instituído como el máximo galardón de la Peña Nativista a los cultores del tradicionalismo.

Hacia su presentación como símbolo que «ganó la pampeanidad. Silvestre y vulgar como para identificarlo con nuestro paisaje, con nuestras características. Es la flor del cardo escogida para distinguirnos».

«Pero hay un fundamento, un motivo más. El cardo que nace agreste y apuro desamparo, sabe sin embargo de un absoluto imperio de horizontes, tras el cual se desflora en sensación de mensajes, que el viento pampero transporta y diluye, hasta «morir en un alambrado emborracho de cielo..».

Y remata su presentación con un poema de Torres Rojas:

«Sufrir, cómo ha de sufrir,
pensarán, pero no es cierto;
diste flor y te has secao
pa rodar detrás de un sueño,
y luego, en un alambrao,
morir borracho de cielo».

«Vivir, quisiera vivir,
hecho un canto, un sentimiento
1como el sol, andar y andar,
bebiendo campos desiertos;
como el cardo, disparar
hecho estallido y silencio».

«Quién pudiera darse en flores,
hasta quedar sin aliento».
Ese es el derrotero del camino seguido y a seguir: la síntesis de la simbiosis como principio rector y la flor del cardo como logro de ese accionar.

La historia recuerda que fue una gélida noche del 28 de julio de 1955 cuando en la secretaría de la Sede vieja del Club Independiente, Pedro H. Iribarne, Omar Bonilla, Elías Melán, Orlando Matti y Enzo F. Barda dieron el puntapié inicial de una institución que ha trascendido las fronteras de la pampeanía para ser reconocida en todo el ámbito del tradicionalismo argentino.

Los antecedentes ubican a la 1era. Fiesta de la Tradición que, en Dorrego, organizo el Club Alumni (Ferroviario) el 10 de noviembre de 1940, en el marco de la recién sancionada ley provincial que instituía el “Día de la Tradición” en el ámbito bonaerense.
En 1947, es el Club Independiente por impulso de Alfredo Reta, Isabel Labrisca, Raimundo González, José Nomdedeu, Pedro Plache, Fernando Reta, Guillermo Labrisca y Armando Fernández , organizó el Día de la Tradición.

En 1950, en la sede de Independiente, bajo la dirección de Pedro Iribarne, comienzan las Peñas sabatinas de “El Palenque”, el verdadero germen de la Peña Nativista. Allí se reunirán los primeros bailarines, músicos y dirigentes de la futura entidad.

Mientras “El Palenque” seguía atando lealtades y sentimientos, otro hito fundamental se produce en 1952 cuando Antonio Tort, Armando Fernández, Titi Loydi y Blanca Arriaga organizan unas velada folklórica a beneficio del Hospital Municipal. Contaron con la colaboración de Eduardo Méndez, hombre fundamental en la historia del Teatro dorreguense, conocedor de las danzas tradicionales, habían integrado la compañía de los Hermanos Podestá.

Una año después, María Elbia Fernández (Pocha Franceschini), Lilian Martínez, Nora Cornfoot, Perla Cutrín, Doris Planes, Armando Ruíz, Omar Bonilla, Mario Mangione, Goyo Carbajo, Raúl Boggon y Oscar Blázquez formaron un cuerpo de baile que actuó la noche del 14 de noviembre en el Teatro Italiano y al día siguiente en la Plaza Central. Muchos de los bailarines de esas jornadas continuaron luego en la Peña Nativista.

Y llegó la noche del 28 de julio del año en que cayó Perón, vino luego 1960 y la organización de la Primera Fiesta de la Tradición Argentina, organizada por la Peña Nativista del Club A. Independiente – En homenaje al glorioso antepasado argentino en el sesquicentenario de la patria, los días 21, 22 y 23 de Octubre, con la colaboración del Fogón de los Gauchos de Coronel Pringles, Fogón Gaucho de Oriente y Fortín Gaucho de Estación Gil. Un programa de cuatro carillas anunciaba la programación total de esos primeros tres días que marcan el inicio de una límpida trayectoria.

Surgida “Peña y Fiesta” cuando comenzaba a cimentarse el denominado “boom” del folklore argentino, tanto la “Peña” como la “Fiesta” acompañarán a ese “boom” y lograrán superar el auge del impulso inicial, como los arrebatos del tiempo por venir en los que las manifestaciones de la cultura tradicionalista argentina irán desapareciendo de los medios de comunicación y como expresión gregaria del pueblo.

No son pocos los obstáculos superados, no son pocas las persistencias triunfantes y mucho menos el legado de una historia que se reatroalimenta.

Por Dorrego pasaron Los Fronterizos, Los Chalchaleros, Los Cantores de Salavina, Las Voces Blancas, Los Manseros Santiagueños, Los Hermanos Abalos, Los hermanos Cuestas, Los Quilla Huasi, Ariel Ramírez, Jaime Torres, Zamba Quipildor, Jorge Viñas, Raúl Barbosa, Antonio Tarragos Ros, El Chango Spasiuk, Linares Cardozo, Mario Pardo, María Helena, Suray, uniendo al país musical.

Por Dorrego dejaron su decir y su saber Gregorio Álvarez, Rodolfo Casamiquela, Osvaldo Bayer, Osvaldo Andino Álvarez, Luis Domingo Berho y Carlos Castelo Luro, entre otros.

Por Dorrego, el pago de Luis Acosta García, dejaron su arte payadoril, Aramis Areyano, Carlos López Terra, Walter Mosegui, El Indio Bares, Sául Heunchul, Carlos Marquesini, Luis Barrionuevo, Roberto Ayrala, Juan Carlos López, Marta Shuint, José Curbelo, Carlos Molina, Carlos Sferra, Cristian Méndez, Pablo Gallastegui, Pedro Saubidet, David Tokar, Santiago Vaquero y Juan Alberto Lalane.
Por Dorrego hicieron gala honor a la jineteada Santamaria, Barrionuevo, Los Prátula, Nielsen, Aristegui, Peciña y Ballester.

Por Dorrego desfilaron Tito Stanisia, Martín Quenego, Pedro Guillermo Pérez, Arruti, Isla Durban, Albarengo, Juan Ustarez, Jérez, José Barrios, Salaberry, “El Pibe” Ballester, Cocho Ayzaguirre, Los Alvado, Los Serrudo, Martín y Oscar Oviedo, Julián y Miguel Marcos, Carklitos García, Pedro Robein y Daniel Civardi.

Por Dorrego la danza tomó vuelo con Coco Bausaldo, Nenucha Rusconi, Pocha Franceshini, Bety Moriset, Bety Menna, Oscar Riseco, Beto Urquiza, Caruchi Iribarne, Miguel Donati, Fernando Strasser, Raúl Martínez, Pochi Ruiz, Osvaldo Franceschini, Aito Castro, Sonia y Hayde Jensen, Rodolfo Dominguez, los Hermanos Destefano, Angel, Julia e Hilda Abad, Daniel Randazzo y cuantos que están en nuestro corazón y en las retinas.

En Dorrego armonizaron voces e instrumentos Gancho Pía, “El Feo” Matti, Illlescas, Libares, Melán, Destefano, Raúl Agüero, Tati y “El Pintoresco” González y Juan Tear.

En Dorrego edificaron definitivamente llegaron al “Altar de la Surería” Omar Moreno Palacios, “El Señor del Sur”Alberto Merlo y “La Señora Dignidad” Suma Paz.

En Dorrego encontró “su patria adoptiva”, Ñusta de Piorno, “la hija espiritual del Pago”.

Por Iribarne y su “patriada”, Atahualpa Yupanqui fue un “dorreguero” más que venía a llenarse de sur el alma, a perder la vista en la inmensidad de esta llanura y a caminar reafirmando la historia en los adoquines de nuestro pueblo.

Por Iribarne y su “patriada” llegó la reivindicación final del payador libertario Luis Acosta García.

En Dorrego, con la “Peña” y con la “Fiesta” con el legado de Iribarne y su “patriada” hay mucho todavía que transitar por la huella.

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